La increíble historia del libro con valiosa información de San Juan rescatado de la basura
Hay episodios que están signados por el destino, predestinados a suceder a pesar de las posibilidades, y eso es lo que envuelve a esta historia. Hace 10 años Betty Molina salió temprano de su hogar en Villa San Roque, para ir a la casa de la familia Ramos, a unas 20 cuadras, donde desde hace años trabajaba en quehaceres domésticos. Su itinerario era siempre el mismo, pero esa mañana cuando iba pasando por una de las casas vio en la vereda algo que le llamó la atención: un libro grande que había sido tirado a la basura.
No era un libro corriente, sino una voluminosa edición de tapas gruesas, color borravino. No lo dudó, lo tomó de entre las bolsas desechadas y se lo llevó al dueño de la casa donde iba a trabajar. “Juan José, me parece que le puede servir”, le dijo a Ramos, quien ya presidia la Asociación de Viñateros Independientes (AVI). Al abrirlo, y recorrer sus páginas, la sorpresa fue grande y el empresario se dio cuenta que aquel hallazgo era importante.
Se trataba nada menos que la historia de los inicios de la vitivinicultura y de las bodegas de San Juan, en una publicación hecha por la primera corporación de bodegueros o directores de empresas que se dedicaban a la elaboración, fraccionamiento y comercialización de vinos y mosto: el Centro Vitivinícola Nacional. Era una edición histórica, llena de datos y fotos de las bodegas sanjuaninas.
El libro encontrado entre la basura se llama “La vitivinicultura Argentina en 1910”, una joya editorial lujosa impresa en aquel año por el Centro Vitivinícola para la celebración del centenario de la Independencia, y donde volcó su visión sobre la industria, que entonces quizá igual que ahora, estaba llena de contradicciones, pero también de realidades y sueños.
Sin saberlo, pero guiada por la casualidad o el destino, aquella empleada -Betty, que ahora está jubilada, con su pequeño retraso madurativo, y una habilidad impresionante para hacer tejidos -según recuerdan sus empleadores- tejió un lazo en el tiempo y llevó el libro a la manos correctas.
El libro
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El volumen histórico tiene 578 páginas, mide unos 40 centímetros de largo por 30 de ancho, y según cuenta Rubén Gómez, otro de los miembros de AVI, ahora es uno de los tesoros que cautiva junto a otras piezas de antaño, en el museo vitivinícola que la Asociación de Viñateros Independientes tiene en La Casona, en la calle Saturnino Sarassa 356 este.
El volumen tiene datos invaluables, narrados con el estilo de la época. Ramos contó que el libro es muy consultado por las visitas cuando recorren el museo.
“Se buscan los apellidos, para ver si tienen entre sus antepasados a parientes con bodegas, o para ver la vestimenta de la gente en la época y la forma en que se hacia la cosecha y la elaboración”, dijo Juan José Ramos, presidente de la Asociación de Viñateros Independientes. “Se buscan los apellidos, para ver si tienen entre sus antepasados a parientes con bodegas, o para ver la vestimenta de la gente en la época y la forma en que se hacia la cosecha y la elaboración”, dijo Juan José Ramos, presidente de la Asociación de Viñateros Independientes.
Un detalle que siempre da que hablar es la vestimenta elegante de los bodegueros y que el uso del sombrero era común a todas las clases. Adinerados o cosechadores, todos lo usaban. También llaman la atención los sistemas de traslado con carros para la uva. El libro también habla del dique nivelador y del desarrollo de una incipiente minería de las caleras.
Las bodegas, un imperdible
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La historia de las bodegas sanjuaninas y la forma es que es contada es fascinante. Presenta por ejemplo a Jaime Colomé que de “introductor” (importador) de “las más acreditadas marcas de vinos europeos” al país, pasó a la producción nacional con su “moderna” bodega La Carolina en Pocito; donde fue pionero en elaborar vinos finos, embotellados y en barril.
O el establecimiento vitivinícola de Bartolomé y Carlos Del Bono en Desamparados, cuyo primer cuerpo se fundó en 1890. “Presentar la bodega Del Bono es tocar las más altas esferas de la industria sanjuanina, cuyo pasado indeciso y presente bien definido consagran a través de la respetable extensión de sus muros…”, dice en su páginas.
La bodega Graffigna, es otra de las mencionadas. Fundada en 1870 por Juan Graffigna, hasta que llegó su sobrino Santiago “y no tardó en secundar a su tío y protector, afianzando la prosperidad que ya se insinuaba de la casa”.
También menciona entre decenas más, a Don Manuel Gutiérrez, “uno de los sanjuaninos bien conocidos por su actividad comercial y el crédito del que goza”, que adquirió la finca “El Parque”, en Caucete; donde destinó 25 de sus 187 hectáreas a plantar “hermosos viñedos de uvas francesas Malbec y Criolla”, junto a alfalfares, trigo y maíz.
En fin, un viaje mágico que lleva a entender la incipiente pero poderosa de la industria bodeguera sanjuanina del siglo pasado, representada por 396 establecimientos industriales.
La Casona y sus reliquias
El museo que la AVI tiene en La Casona, un edificio del 1800 perfectamente conservado; es un viaje al pasado vitivinícola local. Con enormes y gruesos muros, y techos de cañas atados con tiras de cuero, alberga además del libro de 1910, prensas de orujos de uva con tornillos de madera, un lagar de cuero y las múltiples herramientas de un tonelero. También hay un arado de madera y una carretela.
Otra joyita para los fierreros es un camión de 1914, con el que se repartía el vino en los boliches. Tiene ruedas macizas de hierro y caucho y podía transportar 5 toneles de 200 litros o de 400 litros, disponiendo tres abajo y dos arriba.
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