Los misterios de la casona abandonada en pleno centro que trae nostalgia a los sanjuaninos

Los misterios de la casona abandonada en pleno centro que trae nostalgia a los sanjuaninos

Para muchos era el susto de tener que pasar por controles médicos mezclado con el hormigueo de entrar al secundario; para otros, médicos la mayoría, ese lugar significó una fuente de trabajo y casi una familia. Durante 76 años, casi ininterrumpidos, miles de grandes y chicos fueron a la casona ubicada en pleno centro de San Juan, a hacerse la cartilla o a vacunarse. Desde que cerró hace 13 años, la Liga Argentina contra la Tuberculosis y Enfermedades Regionales de San Juan (LACLATYER), o simplemente “La Liga”, se convirtió en un edificio abandonado que genera un nudo en el estómago al verlo y una nostalgia para los que se acuerdan de las largas filas que se armaban dentro y fuera de ese centro sanitario.

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Los orígenes

La Liga es -aún existe- una asociación civil sin fines de lucro fundada por Héctor Hugo Crescentino en San Juan, allá por 1935. Este médico llegó a la provincia de niño y se instaló en esa casona que su pasión, al convertirse en bacteriólogo, transformó en un polo sanitario que, por décadas, prestó servicio a la comunidad.

“En esa época, la tuberculosis era un problema grave en todo el país, lógicamente. Y había varias ligas contra la tuberculosis. La central está en Buenos Aires, desde 1912. Y algunas provincias fueron haciendo divisiones, iban generando nuevas instituciones con el mismo objetivo. Acá en San Juan la posta la toma mi padre”, contó Ricardo Crescentino, sobre esta hazaña, en la que participó de cerca junto a su papá.

Héctor se unió a mucha gente, profesionales de la época, que colaboraron, para materializar la Liga. Empezó a actuar con gran interés del público. Y en el ’44, el terremoto hizo vacilar el edificio, lo que obligó a cerrarlo para salir de los escombros y reabrir en 1945.

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Un acuerdo con el Estado

Para el Estado esta propuesta privada se hizo interesante y a mediados de los ’80 acordó con el doctor Crescentino dotar al lugar de profesionales del sistema público, para que los pacientes tuvieran sus cartillas médicas. Una década duró ese convenio.

“La Secretaría de Salud Pública tenía a su personal ahí para los servicios que se hacían. Y se fueron retirando para la ciudad, finalmente. Con la posibilidad de la institución de ir construyendo nuevos servicios”, destacó el hijo del fundador.

El funcionamiento de la Liga siempre se concentró en lo preventivo. Había un vacunatorio y toda la atención sanitaria necesaria de cada momento histórico.

“Todo el mundo recordará que había volúmenes de gente importante. Fue antes, incluso, de trabajar con la salud pública. Después ya se empezaron a implementar técnicas nuevas. Y específicamente nos abocamos a lo que fue la cartilla sanitaria”, remarcó Crescentino.

Cuando se terminó el acuerdo con el Gobierno, durante la gestión de Jorge Escobar, la institución se volcó a su desarrollo como entidad privada, siguiendo con las cartillas.

En las épocas mozas, el lugar tuvo hasta 45 trabajadores, contando una treintena de profesionales de la salud, más técnicos, administrativos y maestranzas.

Del esplendor al ocaso

¿Por qué este emblemático lugar cayó en desgracia? “Sabemos que en el año 2004 se dio la tragedia de Cromañón.Y ahí hubo más control en varios sistemas de edificios, digamos. Con más exigencias. Nuestra institución, lamentablemente, no contaba con recursos para cumplir las exigencias ni para mudarse. Por razones de fuerza mayor, se tuvo que cerrar”, contó Crescentino.

Este cierre se extendió en el tiempo: “no hubo problemas. Se indemnizó perfectamente a todos”, aseguró sobre los alrededor de 40 empleados, algunos con hasta 18 años de antigüedad.

El último día de atención fue un 28 de abril de 2011. “Se planificó meses antes para que fuera paulatino”, contó.

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Así pasaron por sus retinas los años de atender gente principalmente para hacerse los chequeos y certificar el buen estado de salud, con pruebas de oftalmología y laboratorio, entre otras.

“Como nuestra especialidad era la cartilla sanitaria, todos sabemos que es una asistencia que se pide al ingreso de las escuelas, en los tiempos sobre fin de año o en principios de año era cuando mas asistencia de gente había. Fácilmente se atendían 100 personas por día”, recordó.

Si bien había otros prestadores, como es en la actualidad, La Liga ofrecía el servicio más económico. “Se hacían también las cartillas en los hospitales. En la Liga siempre se trató de brindar un servicio del mayor nivel posible al valor más bajo posible. Respondiendo eso al espíritu de la institución de bien público”.

Ese último día de atención le quedó a Ricardo sellado a fuego en la memoria. “Fue triste. Éramos como una familia, porque había mucha afinidad y afecto presente de la institución. Por los años, lógicamente, que se compartieron, entonces el problema se iba transmitiendo a medida que se iba presentando. La institución, lamentablemente, no podíamos llegar a una solución final de un nuevo edificio. Entonces, se les advirtió de que íbamos a tener que cerrar. Lo fueron asumiendo y aceptando”.

Los profesionales de la Liga no trabajaban exclusivamente ahí, de manera que siguieron con su vida en otros consultorios.

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Padre e hijo

Ricardo, con 65 años de edad, este año se jubila. Maneja un emprendimiento familiar que le permite subsistir. Lejos quedaron esos años en los que ayudaba a don Héctor. “Desde muy joven yo acompañaba y ayudaba a mis padres. Fácilmente cumplí todas mis tareas laborales ahí en el sistema. Era director administrativo”.

Don Héctor era médico y docente también, y ayudó a la formación de la Universidad Nacional de San Juan. “En la misma institución de la Liga, ahí se hacían las reuniones con todas las personas que trabajaron en esas tareas”, contó Ricardo.

Como bacteriólogo, le fascinaba luchar contra flagelos como fue en su momento la tuberculosis. Le dedicó toda su vida a esta tarea en pos la salud. Tenía 33 años cuando fundó la Liga en San Juan y trabajó allí hasta los 85 que falleció. Según su hijo, no le gustaban mucho los reconocimientos.

La muerte del fundados caló hondo en la institución. “Ese momento fue antes del acuerdo con Salud Pública. Él dejó armado. En esa época la actividad era muy pobre, muy baja. Se limitaba a la vacunación y algo de análisis, nada más. Entonces se firmó un acuerdo, que lo deja firmado él, con Salud Pública”, recordó el hijo.

Edificio patrimonial y en zona top inmobiliaria

La Liga siempre funcionó en el mismo lugar. Este inmueble tiene un importante valor patrimonial e inmobiliario, por su ubicación privilegiada en el corazón de la ciudad y sobre la Avenida Libertador, casi en el punto cero de San Juan.

El predio siempre fue de la familia Crescentino. Tras reconstruirse todo después del terremoto del 45, el pistorezco edificio se fue ampliando hacia los fondos, sobre todo el sector de los laboratorios y de radiología, afirmó Ricardo.

Cuando terminó el vínculo con Salud Pública, “por decisión de las autoridades del momento”, se remozaron un poco las instalaciones. “Se mejoró estéticamente, se invirtió mucho en mejorar lo que había y adecuarlo a los servicios”, contó.

Hoy luce abandonado. Con su puerta doble hoja vidriada que conserva su tallado de laureles y sus picaportes de época que llevan a un viaje al pasado. Las ventanas están tapadas con ladrillos. Y si bien se ven las paredes bicolores con algunos grafitties, Crescentino dijo que por dentro la histórica estructura no ha sufrido vandalismo.

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¿Por qué no pasa nada en ese predio desde aquel cierre de 2011? La propiedad estaría en disputa y nadie estaría en condiciones de usufructuarla. Crescentino reconoció que existen “varios dueños” dentro de la familia.

“Ahora estamos cumpliendo también otra etapa que es la normalización de la institución. Tenemos muchos proyectos y energías como para normalizar y seguir actuando en beneficio de la salud”, destacó.

Aseguró que la institución no funciona pero está viva. Y que están en planes de reactivarse. “No desde el punto de vista médico, pero hay muchas acciones que la institución puede realizar. Y todas apuntando al bienestar y la salud”.

“Si bien la edificación ayudaba y beneficiaba a muchas personas, y muchas las extrañan, fue una etapa más de la institución, que está en vida latente. Estamos con las intenciones de continuar en otra etapa… Ya veremos enfocada a qué”, afirmó Crescentino sobre la filial local de LACLATYER.

“Yo sí me jubilo, pero hay un grupo de gente que está respaldando y además de jóvenes que también vienen”, aseguró. Actualmente, dijo, se manejan con una sede ubicada sobre calle Tucumán y Echagüe, donde no se da ningún servicio.

En este plan nuevo, ¿hay algunos familiares, generaciones nuevas de Crescentino involucradas? “Sí, es lógico, hay familia y hay otras personas involucradas también en la idea y en la intención”.

El edificio, destacó, “ya se verá” si puede ser explotado: “todas esas son las alternativas que se están analizando. Todo lógicamente pasa por la capacidad económica”. Aclaró que “en sucesión no es la palabra indicada” para indicar el estado de la propiedad. “Se está regularizando”, insistió.

Para Ricardo, las instalaciones, que soportaron bien el terremoto de 2021, deberían demolerse.

Dijo que guarda recuerdos de él corriendo de niño por esos pasillos y de la amplia labor junto a su padre que dejó un montón de anécdotas. En algunos portales de compra-venta, Ricardo ofrece -y ya vendió- algunos muebles e instrumentos que fueron de la Liga. Algunos de los avisos que más llenan de nostalgia son de puertas antiguas, detrás de las cuales se tejieron historias sanjuaninas a lo largo de casi ocho décadas.

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