“El avance no es de nosotros sobre el Ejército sino al revés” | Entrevista con Marta Ranquehue, werken de la comunidad mapuche Millalonco Ranquehue de Río Negro
En una casa con cocina a leña, a ocho kilómetros del Centro Cívico de Bariloche, sobre la ruta provincial 82, Marta Ranquehue, quien habla en nombre de la comunidad mapuche Millalonco Ranquehue, de Río Negro, analiza la nueva sentencia de la Corte Suprema de Justicia de Nación. El fallo le anuló la entrega de un título de propiedad comunitario para su territorio mapuche, el mismo que habitan desde hace “ocho generaciones”. Para ello, la Corte adujo falta de participación provincial durante el juicio aunque la provincia no tiene incumbencia en litigios entre las comunidades y el Estado Nacional. Y aunque se había procedió conforme a derecho en el fallo que les había otorgado la titularidad de la propiedad comunitaria, según la Ley 26.160, de Emergencia Territorial Indígena. Y la 23.302 que creó el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) como autoridad de aplicación. Pero los tiempos cambiaron.
Son 180 hectáreas de tierra que reclama el Ejército, aun cuando a su llegada, en 1930, las tierras ya estaban habitadas por la comunidad. Tampoco puede el Ejército certificar el uso de esas tierras para instrucción de la tropa de montaña, ni para el pastoreo de sus mulas –esto aduce públicamente-, dado que nunca tuvo esa utilidad, y posee más de 3.000 hectáreas en este predio que transfirió Parques Nacionales en 1937.
“Vivimos en la ladera oeste del Cerro Otto y tenemos dos barrios linderos, el Arelauquen y Villa Los Coihues”, describe la vocera de la comunidad Ranquehue, o werken -quien habla, en lengua mapuche- al comenzar la entrevista con Página/12. “Estamos pegados al colegio Q’mark, entre la Virgen de las Nieves y el Lago Gutiérrez. El cuartel del Ejército está antes de la Virgen, sobre la ruta al Lalo Llao”, distingue.
“El Ejército se atribuye la administración de muchísimas hectáreas –dice–, lo administran y negocian porque están las canteras de las que venden los áridos, y negocian también con la deforestación, venden madera”. Esta descripción le sirve para enmarcar “lo que se puede llegar a entender” de la nueva sentencia. “Y es que nosotros no estamos avanzando sobre tierras del Ejército, es al revés –explica–. La familia Ranquehue vive acá desde antes que se fundara Bariloche. El avance no es de la comunidad, sobre el Ejército. Nosotros no tenemos ningún interés de acercarnos al Ejercito. Pero la mentira se instala diciendo que avanzamos contra el Ejército”.
La otra falsedad que la werken despeja es que “el Ejército no nos tiene que dar nada, porque nosotros vivimos acá por ocho generaciones”. El Estado solo tiene que reconocer “con un papel, con el título, nuestra propiedad, nuestros derechos”.
El proceso cumplimentó todos los pasos legales para lograr el título de propiedad, comunitario: “Todo lo que nos han solicitado a nivel judicial fue cumplido. Nuestro reclamo, para el reconocimiento territorial, lo hemos probado, reafirmando nuestra palabra con documentación, pero esto no es un tema judicial, sino político”.
Lo político es económico
El mensaje de esta sentencia, para Marta, es “político en el sentido económico, en intereses económicos, por un lugar tan bonito y cuidado”. Puesta a rememorar repasa “una historia de luchas”. Porque “esto no arranco con el relevamiento territorial ni empezó con el INAI. Nuestra lucha empezó allá por 1940, antes también, y con muchos vaivenes porque nosotros estamos antes de que se funde Bariloche. En el primer censo en Bariloche, la comunidad Ranquehue ya existía y el primer censista, que hace 25 años era viejito ya, dio su testimonio y está en el expediente judicial”.
Entre estos vaivenes, la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel enhebran las tragedias. “Entendí el mensaje político cuando enviaron a Bariloche a las fuerzas unificadas para desalojar a la comunidad Lafken Wincul, a la que pertenecía Rafa Nahuel que murió tristemente por estar acompañando y por pertenecer” refiere sobre el desalojo de esa comunidad en 2022.
“Bariloche es una sociedad abiertamente racista –continúa-, en un país que ha olvidado cómo fue fundado, porque indígenas de diferentes lugares afrontaron los atropellos de Francia, de Inglaterra y de España, claro. Acá la familia Ranquehue y otros vecinos fueron contratados para levantar el cuartel y el Ejército debe tener documentación de peso para nosotros, de nuestra historia familiar. No la cuentan por conveniencia”.
Antes la afrenta, en sus palabras surge la reflexión: “La situación me enoja pero me da fuerzas para pensar cómo seguir creciendo, porque una responsabilidad del Estado es que tuvimos un corte en nuestra economía en la dictadura, un acoso permanente con intentos de desalojo. Eso hizo que no pudiéramos estudiar. Los mayores tuvieron que deshacerse del ganado mayor, vender los vacunos, y que no pudiéramos recuperarnos”.
“El Estado nos debe muchísimo” afirma. No es nuevo para ella “pensar que avanzamos y resulta que retrocedemos”. Y aclara: “Nos debe la postergación económica, nos debe haber sufrido la violencia de muchas personas armadas que llegaban a desalojarnos, eso deja secuelas. Y son cuestiones sobre las que no pedimos reparación económica, pero tendríamos todo el derecho para hacerlo”.
Frente a la nueva avanzada judicial tendrán una reunión para evaluar, “porque hemos pasado por tantas, que esta es una más”. Se refiere a 7 juicios por desalojos “donde no fuimos informados”. “Ahora tenemos que ver cómo retomar la situación, que enoja porque hay mucho trabajo de los abogados y nuestro. No somos familia pudiente, soy empleada doméstica, somos peones, no tenemos poder adquisitivo para pagar abogados o comprar voluntades. El trabajo de nuestros abogados es con esfuerzo y convencidos de que acá hay una verdad y hay un derecho”.
Cosmovisión mapuche
El territorio de la comunidad Ranquehue esta protegido. Crece el bosque nativo. No se permite la tala. La comunidad vive allí y trabajan también en relación de dependencia. Ella es empleada doméstica. Varios son peones rurales. “Dentro del territorio cultivamos la tierra, producimos nuestros alimentos, tenemos un apiario, producimos miel. Criamos animales, aves de corral y ovejas. Como estamos rodeados de barrios ya no podemos tener vacas, pero caballos tenemos. Toda la vida mi familia tuvo animales, ahora tenemos gallinas, chanchos, ovejas y caballos”. De las ovejas sacan lana y trabajan el vellón, hacen hilados y venden los tejidos.
Hace cinco años, además, con vecinos de sus barrios linderos decidieron cultivar en una huerta intercultural. “Con toda la cartelería en nuestro idioma, en mapuzungun, en idioma mapuche. Y con los vecinos hacemos intercambio de saberes. Vienen escuelas de Bariloche y de otros lugares a conocerla porque es un espacio educativo”.
La huerta fue atacada por el Ejército en 2020, que luego reconoció su “error” y Marta se asombra todavía: “Está entre los dos barrios, es impensado que haya sido atacada por el Ejército porque está a pocos metros de la escuela y de los barrios, de las casa de los vecinos. También de las nuestras”.
También existe en la comunidad un espacio llamado Ruca Lawuen. “Ruca es casa, lawuen es medicia –explica-, ahí atienden los machis a las personas que lo requieran. Viene gente no mapuche más que gente mapuche”. Y está en proyecto –“pero tiene muchas trabas políticas y legales”-, un lugar para equinoterapia. “Por eso están los caballos. No se usan para trabajar sino que están siendo educados para ese fin”.
El abrazo de los vecinos
La convivencia armónica de la comunidad Ranquehue quedó demostrada “cuando invitamos a los vecinos a abrazar la comunidad para mostrar que nuestro trabajo intercultural está presente y que la gente nos conoce, eso nos da tranquilidad”. Ese abrazo convocó a unas 300 personas, hace dos años.
“Mientras el Estado nos dejes trabajar como venimos haciendo, tenemos mucho para compartir con la sociedad no mapuche”. Incluso aquí los wiñoy tripantu (año nuevo mapuche) son abiertos. “Y participa gente que no es mapuche pero se interesa por nuestra cosmovisión”. El objetivo “es que conozcan nuestra forma de vida, y que en todos estos años de lucha no estamos cargado de odio, sino todo lo contrario”.
A pesar de tanta adversidad “como la que hemos vivido ahora con lo que hizo la Corte Suprema, que no lo podemos ver como algo judicial sino como una acción política, a nosotros anímicamente no nos vuelve para atrás, porque tenemos todo un camino recorrido hacia la interculturalidad plasmada en la acción”.
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