“No es vida viajar así y pagar esto” | Los “defasajes” del aumento del transporte y el temor por lo que vendrá
Ana María carga 15 mil pesos por semana en la SUBE. Le alcanza justo para ir y volver del trabajo: un colectivo y un subte, al mediodía otro para ir a otro local (es encargada de una pequeña cadena de ropa), luego subte y colectivo para volver a su casa. Si el fin de semana usa transporte, carga aparte. Gana 750 mil pesos, un sueldo que describe como “bueno” comparándolo con el de las vendedoras. Esa organización le permitió llegar a la conclusión, la semana pasada en la que enfermó y tuvo que faltar varios días, que el premio por presentismo equivale a los días que faltó: se le va tanto en transporte, que al restar el viaje va a terminar cobrando lo mismo.
También llegó a otro amargo cálculo: aunque vive y trabaja en Capital y viaja “mucho menos que otra gente”, con los aumentos que ya calcula a partir de baja de la Red Sube y de la quita de subsidios del Gobierno a las líneas de la Ciudad de Buenos Aires, y sumando el alto costo que le insume la comida que lleva para el mediodía (y que prepara en su casa, “imposible comprar nada hecho”), harían que empiece a pensar en cambiar de trabajo. “Mi cuñada trabaja limpiando casas de familia, agarra solo las que puede ir caminando. Como es buena y responsable, la van recomendando entre vecinos. Yo soy muy organizada y saqué la cuenta: donde me aumente un poco más el transporte, ganaría lo mismo de esta manera. Serían menos horas y me haría menos mala sangre, porque acá manejo gente y es mucha la responsabilidad”.
El defasaje que provocaron los aumentos del transporte y los “no aumentos” de los salarios provocan situaciones como esta, aun en la franja de asalariados formales, los más beneficiados si se los compara con el sector informal. Dos noticias recientes encendieron las alarmas de nuevos aumentos: Desde el próximo 1 de septiembre, por decisión del Gobierno Nacional, dejará de estar vigente la Red Sube, el beneficio que permite reducir el valor de los pasajes de aquellos usuarios que, como Ana María, en un lapso menor a dos horas utilizan dos o más servicios de transporte público. Y, por otra parte, ya anunció que en la Ciudad, al igual que ya ocurre en la Provincia de Buenos Aires, dejará de subsidiar los pasajes en colectivo que tengan recorrido dentro de la jurisdicción. A diferencia de la provincia, el gobierno porteño ya avisó que dejará de cubrir esa parte del subsidio nacional, y pide más tiempo para el cambio.
Sólo SUBE
Los precios de los boletos de colectivo en el AMBA se cobran por secciones, de 3 kilómetros cada una, contando desde la cabecera. Van desde 371,13 pesos o 590,10 sin la SUBE registrada, hasta 477,17 o 758,70. En lo que va del año subieron un 600 por ciento.
Según la Asociación Argentina de Empresas de Transporte Automotor (Aaeta), ese boleto mínimo sin subsidio es de 1.317 pesos. El director del Grupo DOTA, Marcelo Pasciuto, redondeó en 1400. Según el gobierno de Jorge Macri, al perder el subsidio nacional por el traspaso a la Ciudad de las líneas de colectivo que sólo circulan en esta jurisdicción, será de “casi 700” pesos.
Las tarifas de tren también van por secciones: desde 200 y 400 pesos según se tenga o no la SUBE registrada; pasando a 260 y 520 para la sección 2; 320 y 640 para el tramo más largo. Quien no tenga suficiente para cargar en el día también está más complicado: el saldo negativo de la Tarjeta SUBE es, desde mayo pasado, de $480: no cubre el costo de un viaje en subte sin saldo. Tras el último aumento de casi un 360%, el número de pasajeros en el subte cayó un 23 por ciento en julio, y según la Aaeta, un porcentaje similar de caída sufrió el colectivo.
Caminar para ahorrar
Norma vive en Paso del Rey, en el barrio Sanguineti (partido de Moreno) y desde hace años trabaja como empleada de limpieza de casas particulares en la Ciudad de Buenos Aires. Todas las mañanas, de lunes a viernes (y a veces también los sábados) camina quince cuadras para ahorrarse un colectivo desde su casa hasta Moreno. Es algo que antes no tenía que hacer y que preferiría no tener que hacer: aunque le gusta caminar, ese trayecto a las 5 y media de la mañana se vuelve peligroso.
Toma el Sarmiento y paga el boleto mínimo; al llegar a Liniers, toma un colectivo hasta Palermo. Se baja y camina otras diez cuadras: podría tomarse otro colectivo, como hacía antes, pero ahora también lo evita. Todo este trayecto le insume, ahorrando colectivos en base a sumar caminatas y tiempo, unos mil quinientos pesos de ida y vuelta.
“No es solo por mí, es también por las personas que me contratan. Es lógico que si empieza a aumentar mucho el viático de transporte no me van a contratar más, van a llamar a alguien que viva más cerca”, razona. Sabe que hay un subsidio que le correspondería por trabajar en casas particulares, pero dice que no le figura en la SUBE e ignora cómo obtenerlo. Sin embargo sus cuentas son muy claras: “Yo estaba cargando el mes pasado 2000 pesos por semana, ahora cargo 5000 y no llego”.
“No es vida”
También desde Moreno viaja diariamente a Capital Juan Esteban. Comenta que ya conoce a varias personas que han dejado de hacerlo, porque el valor del transporte “no da”. “Antes convenía ir a trabajar en Capital porque siempre allá se pagó más. Pero con el asunto de los boletos se está haciendo más dificil, la plata no rinde, se va en el viaje. Por ahí conseguís algo peor pago, pero cerca, y hoy por hoy te conviene. No perdés tanto tiempo de viaje, y no viajás como animal. Porque desde que bajaron las frecuencias el viaje es realmente insalubre. No es vida viajar así y pagar esto”.
El Sarmiento redujo a la mitad la frecuencia de los viajes: de 5 a 10 minutos, “imposible en las horas pico, la gente se queja todo el tiempo, y tiene razón”, resume este gasista matriculado. También observó que han sumado guardas de vigilancia privada en todas las estaciones, las de tren y las de subte. “¡Me da una bronca! Como si uno fuese un delincuente. Los delincuentes son ellos, que ponen un boleto que no se puede pagar”, concluye amargamente.
Tiempo vs. ingresos
Desde Matheu, Mariana se toma un colectivo para ir hasta la estación Villa Rosa del Belgrano Norte. También aquí bajaron la frecuencia: “Tengo 1 hora 40, pero si perdés el tren sonaste, son cuarenta minutos más. Si anduviera bien el tren, la vida sería otra”, asegura. Desde allí, al llegar a Capital, debe tomar otro colectivo o subte para ir a dar clases como profesora en la UBA. Es tiempo versus ingresos, dice: si se organiza y todo sale bien, puede completar este entramado de transportes; si tiene menos tiempo, debe invertir 2000 pesos en la Costera y desde Plaza Italia tomar otro colectivo. La combi pasó a ser un lujo inaccesible: sale 6800 pesos hasta el obelisco.
El aumento del transporte no acompaña, claramente, el de su salario universitario. Aunque sólo hace ese trayecto tres veces por semana, se está haciendo difícil de sostener, analiza. Es una ecuación ingresos-egresos “totalmente desfasada”.
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