La fuerza de Lula | Opinión
Desde Río de Janeiro
¿De dónde viene la extraordinaria fuerza de Lula? ¿De su origen nororiental, de haber nacido en la región más pobre de Brasil? ¿Haber sido criado por doña Lindu junto con todos sus hermanos?
Habiendo bajado al sur, a Pau de Arara, viajando 13 días, hasta San Pablo, donde sería lustrabotas, entre muchas otras profesiones que tenían los jóvenes del Nordeste en el sur del país.
De convertirse en dirigente sindical, fundar la Central Única de los Trabajadores, fundar el Partido de los Trabajadores, hasta convertirse en el principal dirigente político brasileño contra la dictadura y por la construcción de la democracia.
De haberse convertido en el principal líder político brasileño. Habiéndose proyectado como un gran líder sindical latinoamericano y mundial.
La fuerza de Lula, sin embargo, no proviene sólo de eso, por mucha que sea. Proviene de las creencias y valores que guían tu comportamiento. De ahi Lula aparece como un asesor, como un referente, como una guía, como alguien que sirve a todos, como alguien que brinda garantías, seguridad, como esperanza.
Para quienes no lo conocen, es difícil entender cómo Lula pasó por momentos tan difíciles y supo superarlos. Recientemente regresado de caravanas por todo Brasil, ya en el sur del país, ordenaron su arresto en abril de 2018.
Reunido en el Sindicato Metalúrgico ABC, su cuna política, consciente de la falsedad de las acusaciones vertidas en su contra, contra la opinión de esa inmensa multitud que lo acompañaba, Lula decidió presentarse ante la Policía y demostrar su verdad.
Tuvo que enfrentarse a la oposición de casi todo ese grupo de personas, que incluso intentaron impedirle que abandonara el sindicato. Hasta que, dolorosamente para todos nosotros, abandonó el sindicato y se entregó a la Policía.
Muchos temíamos que no volviera a salir, que no pudiera recuperar su libertad, porque sabíamos el odio que la derecha le tenía y las ganas que tenían de impedir que volviera a ser libre y continuara siendo el mayor luchador por la democracia y la mejora de las condiciones de vida de la población.
Luego empezamos a visitarlo, en la Policía Federal, en Curitiba, donde el único contacto que tuvimos con él durante 580 días fue para decirle Buenos días, camarada Lula, Buenas tardes, camarada Lula, Buenas noches, camarada Lula, a lo que él respondería haciendo parpadear las luces de su habitación.
Pude visitarlo, con la emoción de reencontrarme con él y la tristeza de dejarlo en manos de la policía cuando tuve que irme. Contrastando mi tristeza con su alegría y vigor, para animarnos a continuar la lucha.
Quien vive con Lula, en diferentes condiciones, siente la fuerza, las convicciones que transmite, de una persona cuya vida refleja sus valores y cuyos valores reflejan su vida.
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