A sus 96 años, Vera Jarach recibió la ciudadanía argentina: “Decidí que esta deuda debía ser saldada” | Un acto de justicia para una militante de la memoria
Vera Vigevani de Jarach tiene 96 años. Lleva 85 años viviendo en la Argentina. Llegó desde Milán en barco, huyendo de las leyes raciales de la Italia fascista. Su abuelo murió en Auschwitz. No hay tumba para llorarlo. Otro genocidio la atravesó tres décadas después. La única hija de Vera, Franca Jarach, fue desaparecida por la dictadura. Tampoco hay tumba para dejarle una flor. Madre de Plaza de Mayo de la Línea Fundadora y militante por los derechos humanos, Vera recibió la ciudadanía argentina. “Esperé mucho tiempo y ahora, en este momento tan triste que vive la Argentina, decidí que esta deuda debía ser saldada”, dice en la antesala del juzgado federal donde la esperan para jurar.
Vera nació el 5 de marzo de 1928 en el norte de Italia. Con su familia decidieron venirse para Argentina escapando del fascismo. Viajaron en el barco Augustus. En segunda clase porque no tenían dinero para más. En el viaje, los chicos –a pesar de que el horror los acechaba– jugaban. Lo que más los divertía era el escondite. “Todavía era una nena, pero cuando llegué se terminó mi infancia”, cuenta.
Terminó la primaria en una escuela italiana. Cuando llegó la hora de anotarse en el secundario, sufrió una frustración. Su papá quería que fuese al Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA) pero entonces solo admitían varones. Dio el ingreso para un liceo para señoritas. Vera trabajó como periodista en ANSA, la agencia de noticias italiana. Conoció muy joven a Jorge Jarach, un ingeniero italiano con el que se casó.
Después de varios años de matrimonio, llegó Franca, que nació el 19 de diciembre de 1957. A Franca las fotos la muestran muy parecida a su mamá: las dos con una sonrisa profunda. Era una chica brillante que llegó a ser abanderada del CNBA –de donde terminó expulsada junto a otros estudiantes que abrazaban la militancia. Ella decidió no volver y terminar sus estudios en el liceo.
Poco tiempo después, Franca fue secuestrada. Se la llevaron el 25 de junio de 1976, cuando tenía 18 años. Su secuestro coincidió con la caída de un grupo de militantes gráficos. Días después, la dejaron llamar a su casa. Dijo que la tenían en la Superintendencia de Seguridad Federal, que estaba bien, que le daban abrigo, comida y remedios si los necesitaba.
–¿Te voy a buscar?–le preguntó el padre.
–Sí, te van a avisar –le contestó la chica después de preguntar.
Franca, en realidad, no estaba en el centro clandestino que funcionó en la calle Moreno sino en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Según lo que Vera pudo reconstruir muchos años después, fue una de las víctimas de los vuelos de la muerte.
Vera la buscó por todos lados. El primer organismo que contactó fue la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), que se había creado meses antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. En 1977 se sumó a Madres. Con el paso del tiempo, conformó la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina. Fue una de las impulsoras de los homenajes en el CNBA para hacer “reaparecer a nuestros ‘desaparecidos'”, como contó en el prólogo de La otra Juvenilia, de Werner Pertot y Santiago Garaño. Vera, además, integra el directorio del Espacio Memoria y Derechos Humanos –exESMA– y es parte de Memoria Abierta.
El año pasado, Vera le dijo a Eduardo Tavani, abogado y referente de la APDH, que quería ser ciudadana argentina. Él se puso manos a la obra. Mientras iba completando los distintos trámites, Tavani iba cosechando mensajes de cariño a Vera. El miércoles pasado, día de la segunda marcha federal por la educación pública, recibió la notificación del juzgado federal de Marcelo Gota: Vera finalmente tenía la doble nacionalidad.
Este miércoles, la citaron para el mediodía en el Juzgado Federal 8, que está ubicado en el séptimo piso de Libertad al 731 –en el mismo edificio que funciona el Consejo de la Magistratura. Vera espera, sentada en una silla de ruedas, que se haga la hora de entrar. En su solapa cuelga un prendedor con la cara de Franca.
–¿Viste que está la deuda externa, la deuda interna? Yo tenía una deuda de honor, y la estoy saldando tantos años después de llegar a la Argentina y de haberme considerado parte siempre. Acá nos salvamos. Esperé mucho tiempo y ahora, en el momento tan triste que vive la Argentina, decidí que esa deuda debía ser saldada– dice.
La escuchan sus compañeros y compañeras de la mesa de organismos. Al rato, llega el secretario del juzgado y avisa que está todo listo para que Vera jure ante el juez.
El despacho del magistrado se llena con quienes acompañaban a Vera. Hay quienes se sentaron en los sillones o las sillas que estaban disponibles, quienes lo hicieron en el piso y quienes se acomodaron contra las paredes.
–Somos los responsables de este momento. Lo estamos viviendo con alegría. La idea es que Vera pueda disfrutar de este día– arrancó el juez.
Gota le terminó confiando a Vera que su origen era italiano. “Mi abuelo vino en un barco como usted; por eso la emoción mía”, se aflojó.
El secretario le leyó la resolución del juez que le concedía la ciudadanía argentina –después de tantas décadas en el país, de tanto sufrimiento y de tanto ejercicio de memoria. El juez le dijo que para él era un honor lo que estaba por suceder y ella respondió que para ella era un honor saldar una vieja deuda.
–¿Me acercó un poquito más?– le preguntó el juez para hacerse escuchar. Se apoyó en su escritorio hasta quedar junto a Vera que le contestó: “Hay opciones”.
–Vera Vigevani, ¿juráis por la Patria y por el honor respetar fielmente la Constitución Nacional y las instituciones de la República?
–Sí –respondió ella con tono decidido.
–Muy bien.
Gota se acercó y la tomó de ambas manos. Sus compañeros de la mesa de organismos aplaudieron y se fueron turnando para saludarla. Le llegó también el saludo de Taty Almeida, compañera de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, que no pudo estar pero se aseguró de que su saludo llegara.
La despedida con el juez fue a solas. Después, Vera y Eduardo Tavani pasaron a saludar a los trabajadores del juzgado. La jornada terminó con una foto conjunta sobre la calle Libertad, donde desplegaron la bandera de la mesa de organismos.
Al rato, el video de la ceremonia apareció publicado en el instagram del Espacio Memoria y Derechos Humanos, desde donde felicitaron a Vera por su flamante ciudadanía argentina. Desde allí recordaron que “su frase ‘Nunca Más el odio, Nunca Más el silencio’ fue adoptada por este Espacio como un mensaje para las futuras generaciones que visitan la exESMA para construir memoria sobre lo que Nunca Más debe volver a ocurrir”.
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