La interna del Partido Justicialista se disputa en los escritorios | Crece el enfrentamiento por las irregularidades en los avales de Quintela

La interna del Partido Justicialista se disputa en los escritorios | Crece el enfrentamiento por las irregularidades en los avales de Quintela

Ni competencia interna ni lista de unidad: si no se llega a un acuerdo previo, la conducción del PJ se podría resolver, al final, en el escritorio de la jueza María Servini. La decisión de la Junta Electoral del PJ de oficializar la lista encabezada por Cristina Fernández de Kirchner y no la de Ricardo Quintela por presentar irregularidades en los avales terminó de detonar un enfrentamiento que, en los últimos días, no hizo otra cosa que escalar. Quintela rechazó las impugnaciones, denunció proscripción y terminó amenazando con que, si no dejaban competir a la lista “Federales”, llevaría la pelea a la Justicia. El peor final para una interna que pocos querían, y que no hace si no embarrar el inevitable pronunciamiento de CFK como presidenta del PJ. Un pronunciamiento que se oficializará la semana próxima, pero dejando un tendal de heridos que pavimentarán la pelea que se avecina: la guerra a “cara descubierta”, como definen en el incipiente kicillofismo, entre La Cámpora y el gobernador bonaerense. 

A las 9 de la mañana, la sede del PJ Nacional sobre la calle Matheu abrió sus puertas para que los apoderados de Ricardo Quintela pudieran entregar la documentación faltante, pero no fue ninguno. “No vamos a entregar ni un solo papel más”, fue el mensaje del “Gitano” Quintela que, ya la noche anterior, había publicado un comunicado que denunciaba que sus competidores estaban “privatizando el partido”. El apoderado del partido, Juan Manuel Olmos, intentó mediar de la misma manera que lo había hecho hace una semana, cuando, a pocas horas del cierre de listas, se le acercó a Quintela a pedirle que se bajara: fue lo más cercano a un intercambio que tuvieron el gobernador riojano y la expresidenta luego de que se dinamitaran los puentes. Olmos le ofreció, entonces, la vicepresidencia primera y un 25 por ciento de los consejeros, pero Quintela lo rechazó: quería competir.

Una semana después, la Junta Electoral se negaría a oficializar la lista de Quintela porque de los 70 mil avales presentados, solo 60 mil habían sido registrados en las planillas y, entre esos 60 mil, había 12 mil que habían sido considerados “inválidos”. Es decir, que los apoderados de Quintela tenían que presentar, en 24 horas, más de 14 mil avales nuevos si querían alcanzar el piso mínimo reglamentario del 2 por ciento del padrón. “Nos están robando avales. Es un error, nos obligan a judicializarlo y hacer un chiquero”, se quejaba uno de los dirigentes más cercanos al riojano. Le tuvo que responder uno de los apoderados del PJ, Eduardo López Wesselhoefft, que insistió que no había ninguna “caza de brujas”: “Decir que se robaron los avales es una excusa de lo más pueril. Podrían haber inventado algo más original”, cuestionó.

Los apoderados, Jorge Yoma, Sandra Vanni y Daniel Llermanos, se reunieron, sin embargo, y decidieron impugnar la resolución de la Junta Electoral. Presentaron un escrito en el que exigieron la revocación de la resolución y la convocatoria de una nueva Junta Electoral, así como la oficialización de la lista “Federales”. Y advirtieron que, de no hacerle lugar al recurso, llevarán la discusión a la Justicia electoral. 

En el Instituto Patria, mientras tanto, observaban la disputa con cierta incomodidad. “La resolución no es un capricho, hay procesos legales administrativos que tenés que cumplir. ¿Estás hace seis meses recorriendo el país como candidato y no podés juntar 62 mil avales? Dedicate a otra cosa”, masculla un dirigente cristinista, molesto por las denuncias de que la Junta Electoral era un reducto kirchnerista que había manoseado los avales para perjudicar a Quintela.

Pese al malhumor, en el cristinismo coincidían en que la impugnación de la lista de Quintela embarraba la proclamación de CFK como presidenta, que se oficializará la semana que viene. En ese caso, la campaña organizada para las próximas semanas, con las recorridas de CFK en diferentes puntos del país, se suspenderán. Hasta entonces, sin embargo, los actos de lanzamiento de las mesas de “Cristina presidenta del PJ” continuarán. El sábado, incluso, mientras la pelea por los avales de Quintela escalaba, el PJ porteño lanzó la mesa de campaña en la UMET. “Debemos trabajar para llevar adelante a Cristina, la conductora de este espacio, para que asuma el liderazgo en el Partido Justicialista y enfrente a este gobierno”, abogó el sindicalista Víctor Santa María, uno de los concejeros en la lista “Primero la Patria”.

La pelea bonaerense

“Ahora arranca la guerra a cara descubierta. Terminado el capítulo con Quintela, van a ir por Axel. Nos van a volver locos”. La frase de un importante dirigente bonaerense, con asiento en la gobernación, llegó como una premonición. La pelea del cristinismo con Quintela no era más que un subterfugio, el capítulo previo de una disputa que es, en realidad, contra la construcción de liderazgo de Axel Kicillof. “Sirvió para hacer saltar todo. Si estás conmigo en la guerra o si estás contra mí”, ironiza un peso pesado del peronismo cercano a la expresidenta, que agrega: “La guerra la empezó Kicillof”.

La pelea empezó hace meses, pero se recrudeció hace un par de semanas, cuando se cayeron los ropajes de la interna La Cámpora vs. el “entorno” kicillofista para dejar, en el fondo, la pelea entre CFK y Kicillof. El origen de la ruptura es distinto según a quién se le pregunte. Para CFK fue cuando el gobernador encabezó, el 17 de octubre, un acto en Berisso con tintes presidencialistas y se negó a respaldar públicamente su candidatura a la presidencia del PJ. Para Kicillof fue el acto Máximo Kirchner en el Estadio Atenas, en donde el líder de La Cámpora dedicó gran parte de su discurso a marcarle la cancha (con canción y todo): el gobernador bonaerense interpretó que no había posibilidad que Kirchner pudiera encabezar un acto así sin el aval de CFK. 

Sea cual fuera el origen, la relación personal – y política – entre ambos se quebró. Y, a partir de ahora, la dinámica entre ambos sectores será cada vez más conflictiva. El desafío, coinciden en ambos bandos, será no llegar al punto de revivir la guerra fría frentetodista entre Alberto Fernández y CFK. Aunque las comparaciones ya comenzaron.

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