En el mundo de Donald Trump suena lógico nombrar a un antivacunas como secretario de Salud | La historia de Robert Kennedy Jr, un consiprador nato

En el mundo de Donald Trump suena lógico nombrar a un antivacunas como secretario de Salud | La historia de Robert Kennedy Jr, un consiprador nato

Donald Trump apura el diseño de su gabinete nacional. Y luego de colocar a Elon Musk al frente de la Oficina de Desregulación -para que el magnate haga y deshaga a gusto y piacere- el presidente electo eligió para la Secretaría de Salud a un…antivacuna. Una decisión que, en la lógica del ultraderechista, suena bastante lógica. Se trata de Robert Kennedy Jr, sobrino del expresidente asesinado.

“Durante demasiado tiempo, los estadounidenses han sido aplastados por el complejo industrial de alimentos y las compañías farmacéuticas que han participado en el engaño, la desinformación y la información errónea cuando se trata de salud pública. El Sr. Kennedy restaurará estas agencias a las tradiciones de la investigación científica de referencia y los faros de la transparencia, para poner fin a la epidemia de enfermedades crónicas y hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande y saludable”, escribió Trump en Twitter, al anunciar su nuevo integrante del futuro gabinete.

Pero, ¿quién es y qué representa Robert Kennedy Junior?

Vacunas en tiempos de fake news

Kennedy, de 70 años, se define como un abogado antisistema. Y no le falta a la verdad: durante décadas intervino en litigios contra Monsanto y otras multinacionales que contaminaban el río Hudson.

Pero hoy dedica gran parte de su tiempo en lo que él llama “activismo de vacunas seguras”, un eufemismo para cuestionar la efectividad de las dosis en enfermedades como el sarampión, poliomielitis y meningitis. Lo hace desde su fundación Children’s Health Defense, en la que insiste en que la vacunación debe ser optativa -argumentando el aspiracional de la libertad- y que la decisión debe correr por cuenta de los padres.

Esa militancia es la que lo unió a Trump. En 2016, cuando el magnate cumplía su primer ciclo presidencial, deslizó la posibilidad de que RFK Jr. presida una comisión de “seguridad de las vacunas e integridad científica”.

Durante la pandemia, sus acciones crecieron, en especial, al cuestionar la vacunación contra la covid-19. Su blanco preferido fue Anthony Fauci, uno de los responsables de diseñar las estrategias de aislamiento social responsable en Norteamérica. El encono fue tal, al punto de que Kennedy escribió un libro sobre el exmédico de la Casa Blanca, al que caracterizó como un títere de la industria farmacéutica.

Y hasta comparó las medidas de cuidado ante la propagación del covid-19 con el régimen nazi. “Incluso en la Alemania de Hitler (sic), podías, podías cruzar los Alpes hacia Suiza”, fue una de las comparaciones antisemita de RFK Jr, al que añadió que, al menos, Anna Frank pudo “esconderse en un ático”. Luego, ensayó una especie de disculpas.

“Creo que sus intenciones no son malas, pero su información es incorrecta, está equivocado y sin darse cuenta puede causar un daño significativo”, fue el balance de Fauci, tras una serie de visitas con el sobrino de JFK. Una vez que salió el libro a la venta -un best seller para los votantes republicanos- el galeno sentenció: “Es una completa mentira”.

A RFK Jr. le pasó lo mismo que a los influencers que decidieron repudiar las medidas de cuidado: sus redes -quizás, el punto máximo de influencia- fueron suspendidas por Meta, la empresa de Mark Zuckerberg. El integrante de la “familia real” pataleó y denunció censura, mientras un informe revelaba que Kennedy integra la selecta lista de 12 personas responsables del 75% contenido antivacunas en Facebook.

Puertas adentro, su ferviente proclama antivacunas le trajo problemas en una de las pocas familias que no necesitan introducción en EE.UU al decir el apellido. Dos de sus hermanos -tiene 10- escribieron en Publico rechazando las ideas del “nuevo” Bobby y lo señalaron como parte de “una campaña de desinformación que está teniendo consecuencias desgarradoras y mortales”.

Un consipirador nato

“Está más allá de toda duda razonable”. Así fue la contundente respuesta del precandidato demócrata ante una consulta sobre si la CIA había participado del asesinato de su tío, el mediodía del 22 de noviembre de 1963, en Dallas. La declaración la hizo en el programa del excéntrico millonario John Catsimatidis, al agregar que existen “pruebas aplastantes” y citó el libro de James W. Douglas – JFK y lo inconfesable– que plantea las dudas y las manipulaciones en la figura de Lee Harvey Oswald, el presunto asesino del presidente, que murió dos días después del magnicidio, en un cuartel policial, a manos un empresario de la noche.

Todos los medios replicaron la noticia, quizás por el morbo familiar, o quizás por ser un tema sensible en el que la gran mayoría de la población norteamericana todavía sospecha de algún tipo de conspiración, pese a las conclusiones de la famosa Comisión Warren. De allí el mito de la bala de mágica y los múltiples tiradores. RFK Jr., lejos de asustarse con los flashes, decidió profundizar su hipótesis, al presentarse en el podcast más popular de todo EE.UU: The Joe Rogan Experience. Allí, con la voz rasgada -padece una afección denominada disfonía esporádica- narró las presiones de la CIA y la industria militar para que Kennedy inicie distintas guerras, ya sea en Cuba, Laos o Vietnam. El rechazo del jefe de Estado habría sido un desencadenante, según su sobrino, para lo ocurrido en Dallas.

Pero si con la muerte de su tío RFK Jr. mete el dedo en la llaga, con el asesinato de su padre directamente aprieta el pus. El ahora precandidato insiste con la inocencia de Sirhan Bishara Sirhan, aquel hombre que descargó su revólver calibre 22 en el cuerpo de Bobby. Fue en 1968, cinco años después de la tragedia de Dallas: en la costa este, el hermano de JFK festejaba un triunfo en California que lo acercaba a la Avenida Pensilvania 1600. O, al menos, a ser el candidato del Partido Demócrata. Sirhan fue detenido al instante y, como suele ocurrir con las desgracias de los Kennedy, las conspiraciones quedaron a la orden del día. En este caso, tanto por la cantidad de detonaciones que se escucharon en el Hotel Ambassador (la pistola del tirador antisemita tenía cinco cartuchos y testigos dan cuenta de más de diez detonaciones) como por el presunto programa de la CIA en “hipnotizar” a las personas para cometer crímenes atroces.

Sirhan Bishara Sirhan fue detenido al instante y condenado a la pena de muerte. Su situación cambió cuando el estado de California suspendió las ejecuciones la pena del confeso atacante se redujo a reclusión perpetua. Dos años atrás, su abogado pidió la libertad condicional, pero fue rechazada por el gobernador Gavin Newsom. Robert Kennedy Jr. fue uno de los que solicitó la liberación de Sirhan e insiste con la participación de la CIA.

Antiestablishment

Ante las preguntas de la prensa, RFJ Jr. deja sobrevolar la sombra del sistema de vigilancia de las agencias de (in)seguridad norteamericanas como causante de la muerte de sus dos familiares. Y en su candidatura -además de Trump y Kamala Harris, RFK Jr también se presentó a las elecciones- prometía  eliminar ese Estado Profundo. “Mi principal prioridad será poner fin a la fusión corrupta entre el Estado y el poder corporativo que ha arruinado nuestra economía, destrozado a la clase media, contaminado nuestros paisajes y aguas, envenenado a nuestros niños y despojado de nuestros valores y libertades”, decía en un slogan que Trump también repetía.

La pregunta que sobrevuela

RFK Jr. supo que las chances de alcanzar la Casa Blanca eran nulas, incluso cuando apostaba por una estrategia basada en la Revolución Cubana, al punto de repetir que su campaña tenía el “fuego espiritual” de Castro cuando desembarcó en la isla. Por eso mismo jugó a favor de Trump al pedirle a sus propios seguidores que lo hagan por el Partido Republicano.

Trump lo premió con el cargo del Estado y con la luz verde para destruir al Estado profundo y el establishment de las farmaceúticas del que tanto reniega. 

¿Podrá hacerlo? Es un interrogante que crece en Washigton DC. Pero, sobre todo, la pregunta que sobrevuela es otra: ¿Serán capaz de trabajar codo a codo dos consipiradores natos?

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