A un año de gobierno de Milei
Durante largos meses tuvimos la oportunidad de indagar en las razones que hicieron posible el gobierno de Milei: los efectos subjetivos de la pandemia y la aceleración de las tecnologías de la comunicación a distancia; las transformaciones de la estructura del empleo y la dificultad de brindar servicios públicos universales de calidad; el fracaso de la apuesta de la derecha por Macri (y el criminal endeudamiento con el FMI) y el fracaso del gobierno de la fórmula Fernández-Fernández a la hora de revertir procesos de desigualdad social. Hemos observado en simultáneo el agresivo día a día con que el nuevo gobierno trata a una población que no cuenta con instrumentos efectivos para limitar la destrucción. Al cumplirse un año de gobierno de Milei toca poner en consideración algunas claves de reflexión en términos de antagonismo político:
1. El carácter excepcional de la figura de Milei confirma el papel de la contingencia en la conformación de fenómenos de estructura. El valor de la novedad se mide en su capacidad para aplicar un ajuste descomunal sin perder centralidad política. La ruina del neoliberalismo argentino fue “salvada” por la aparición de un personaje de rasgos extraordinarios, adecuados para expresar a la vez los efectos de la comunicación en redes, la humillación social y la liberación desinhibida de un inconsciente capitalista que los mismos círculos propietarios no se atrevían a confesar. Éste es el secreto de su “autenticidad”. No hay modo de oponerse a Milei imitándolo. La única autenticidad que podría contrariarlo debería surgir de la constitución de una excepción capaz de hacer girar la estructura en un sentido opuesto.
2. La comunicación se torna política cuando intensifica la enemistad. Despojada de dramatismo, la voz de opositores y animadores es espectáculo despolitizado. La eficacia de Milei consiste en las intensidades que capta y difunde con sus gestos. Como lo comprobó el equipo de compaña de Sergio Massa -asesorado por profesionales que conocían a la perfección la comunicación del bolsonarismo- la extrema derecha se reduce al empleo de “técnicas” de propaganda reproducibles por cualquiera. La eficacia de la comunicación de Milei es una eficacia política. Tradujo malestares heterogéneos en votos. La política del mileísmo consiste en la administración agresiva de la desigualdad social. Para enfrentar un fenómeno político intenso es preciso movilizar afectos igualmente potentes pero con contenidos y direcciones efectivamente opuestos.
3. El mileísmo fue subestimado. Las certezas que actuaron en esa infravalorización -la notable impresión de mediocridad e inverosimilitud de sus protagonistas; una mistificada estimación de la capacidad de reacción de unas fuerzas populares desarmadas desde arriba- obliga a ajustar actitudes arrogantes y saberes inoperantes. Los vaticinios de estallido, explosión o colapso del gobierno no hicieron -hasta ahora- más que errar por buenas razones: acertaron al leer la inestabilidad sistémica y las inconsistencias gubernamentales, pero no tomaron nota suficiente de la desorientación que impone el desarme político y la consiguiente incapacidad de la sociedad de reaccionar a la violencia del ajuste, ni se enfocaron en la capacidad de improvisación que por el momento ostenta la gubernamentalidad capitalista para lidiar con un escenario de inestabilidad y crisis.
4. El discurso de la “batalla cultural”, eje de organización del discurso de la extrema derecha dentro y fuera del país, consiste en imponer los términos de la enemistad y de forjar subjetividades dispuestas a asistir y reparar la máquina averiada del mando político del capital. No es un mero fenómeno de distracción, sino un intento de relanzar relaciones de mando político y la productividad social en un occidente percibido como geopolíticamente decadente por sus propias élites. Para entender su eficacia se trata menos de escuchar lo que dicen sus publicistas sobre una supuesta “hegemonía” gramsciana y de prestar más atención al “decisionismo” schmittiano puesto al servicio de incrementar poder político día a día desde la total debilidad institucional.
5. El antifeminismo del mileísmo es orgánicamente constitutivo de la economía neo-extractiva. No es solo Además una revancha cultural contra la ola verde: también es economía política. La lógica patriarcal que traza jerarquías políticas entre géneros interviene sobre la naturaleza y sobre la cooperación social para adueñarse de la riqueza colectiva por medio de una crueldad indecible. La teología biologicista del neofascismo complementa la desangelada competencia neoliberal con un sistema fanático de refutación de cualquier rastro de igualitarismo. Si le “batalla” es “cultural”, lo es ante todo modo en que se opaca a la cultura, concebida como el ámbito desde el cual organizar las condiciones de mando de los procesos extraeconómicos de la acumulación de capital.
6. La derecha extrema no odia al Estado, sino justo lo necesario como para acceder a él y ocuparlo. Una vez en el poder no lo destruye, intenta reconfigurarlo. Milei, Trump o Bolsonaro apuntan a destruir las regulaciones públicas que se ocupan de la reproducción social y favorecen la regulación privada de los requerimientos de la acumulación de capital. La acción del Estado no se disuelve sino que se reorienta a constituir un nuevo poder de mando -ultra punitivista- capaz de asistir el orden que precisan los mercados.
7. El alineamiento con EEUU e Israel busca colgarse -en ausencia de una hegemonía internacional indiscutida, y en medio de una creciente guerra comercial- del poder de una potencia militar capaz de sostener un espacio de control dentro del cual asegurar determinados axiomas “democráticos” para la acumulación de capital. La limpieza étnica que Israel realiza en la Franja de Gaza renace en boca de Trump cuando habla de la deportación inminente de millones de migrantes mexicanos. El axioma “democratico” hace sistema con la política de guerra contra la población que Patricia Bullrich asimila y promueve sin errores de comprensión.
8. El neo fascismo actual en que vivimos forma parte de un neoliberalismo en decadencia. Neo fascista es la organización que saca provecho del oscurecimiento de las percepciones colectivas, que diseña y explota el embrutecimiento de la cooperación social emergida tras cinco décadas de competencia neoliberal. Las diferencias con el fascismo del siglo XX son ostensibles: toda comparación con él debe servirnos para precisarlas, evitando errores en la acción política.
9. El neoliberalismo en crisis no ofrece bienestar ni explicaciones. Sin pacto “social” entre clases no opera tampoco pacto “democrático” alguno. Los mecanismos de legitimación de antaño fueron sustituidos por la aceleración y el desprecio. El futurismo negacionista del capital ya no imagina la reparación de la tierra, sino la colonización de planetas próximos. El ataque a la vida propio de la acumulación por desposesión funciona ideológicamente sobre la base de una delirante creencia de una fuga hacia adelante.
10. El gobierno de Milei se beneficia de la polarización con los restos del sistema político previo al 2023. La proyección del sistema político actual, sin irrupción de novedades desde abajo, equivale a la eternización de la impotencia colectiva.
11. El neofascismo en curso toma en sus manos la crítica de la razón burguesa (que las izquierdas no llevaron a cabo). Su ataque a universidades, instituciones culturales o gremiales no busca reformar sino destruir. El recurso a la “auditoría” es el arma preferida para avanzar con la demolición. La ofensiva contra las mediaciones públicas apunta, en última instancia, a neutralizar el lenguaje mismo: codificarlo al máximo e inhibirlo en su poder de discernimiento y expresión equivale a aniquilar la capacidad de constitución de potencia común en el orden de los cuerpos. Una célebre tesis 11 ofrece la fórmula de la exigencia antagonista: hasta ahora hemos intentado interpretar a Milei describiéndolo desde todos los puntos de vista posibles. Lo que quisiéramos ahora es conquistar un punto de efectividad que al menos ayude a abrir las posibilidades de transformar la realidad.
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