A diez años de la muerte de Julio Grondona: el detalle de sus últimas horas
Aquella noche de martes (29 de Julio de 2014) se lo notaba tenso, algo nervioso. Regresaba a su oficina de la AFA tras casi dos meses de ausencia.
Es que antes del Mundial hubo un Congreso de la FIFA en Río y eso alargó su estadía. No fue lo más grave. Su vida se convirtió en un calvario, en realidad, a partir del triunfo en la semifinal por el tema de las entradas. Peor aún, acompañado por Emilio Vázquez, Jefe de Valores de la AFA, asistió a una reunión con el jefe de Ticketing de la FIFA y el entonces Secretario General, Jerome Valcke, que resultó caótica y controversial.
Hacía tiempo que no se le escuchaba a Don Julio gritar e insultar de tal manera. Es que por primera vez la FIFA le había negado el plus concedido a las federaciones finalistas con el cual Grondona podría cumplir con pedidos de jugadores, amigos, familiares y dirigentes.
Por esta razón, su enojo con Blatter y Valcke, sus maldiciones a la FIFA y su estado de alteración. Era tal su fastidio que prefirió no ir a la ceremonia de entrega de premiación en el campo de juego del Maracaná.
No resultaba fácil entender cómo no estando Brasil en la final, la FIFA no dispusiera de los 8 mil tickets prometidos e incumplidos. No fue todo. Para colmo, unas horas antes, con asombro, Grondona había visto con sus propios ojos -partido ante Holanda- a un grupo de barras bravas de distintos clubes en la parte baja del mismo sector donde se hallaba el Palco Oficial. Pidió explicaciones a diferentes dirigentes. Las respuestas no le resultaron creíbles. Y ante la avalancha de presiones para la final frente a Alemania ordenó vender las pocas localidades disponibles (entre mil y mil quinientas) en el club Flamengo. Naturalmente al precio oficial, priorizando a los argentinos que ya estaban en Río, antes que a aquellos que se contactaban telefónicamente desde la Argentina. Dos días antes de la final, su hija Liliana le quitó el teléfono y toda la familia se mudó de hotel.
El regreso al país lo ponía, como durante los 35 años anteriores, frente a varios desafíos: un director para la Selección Argentina en lugar del voluntariamente renunciante Sabella, lograr la aprobación de un inminente Campeonato de Primera División con treinta equipos, reiterar más enérgicamente “cuidar los presupuestos en la contratación de los jugadores” y recordarle a todos los presidentes cumplir con las cuotas de la Moratoria concertada con la AFIP.
La noche antes de morir, Grondona hablaba del futuro. Docenas de dirigentes pasaron por su oficina para saludarlo, desde las cuatro de la tarde. Algunos lo hicieron brevemente. Abrazo, saludo y despedida. Otros, por algunos minutos con asiento incluido. Pero casi al final de la tarde, a pocos minutos del comienzo de la reunión del Comité Ejecutivo previsto para las 19 horas, hubo una reunión que justificó cerrar la puerta corrediza de su despacho, cosa poco habitual.
Esa junta fue con Daniel Angelici y Juan Carlos Crespi. Presidente y Vicepresidente de Boca. Crespi, quien en aquel momento encabezaba la Comisión de Selecciones Nacionales. La reunión no fue satisfactoria para Grondona, pues se puso en superficie un tema, sobre el cual ya había hablado con Angelici, de Boca y su vínculo de representatividad con la AFA que debía dirimirse -por tratarse de cargos y personas- en el ámbito del club y no resolverse -como terminó ocurriendo- en el despacho de un Grondona, finalmente alterado.
Los dos temas anteriores los tenía anticipadamente “resueltos”. Para Grondona el sucesor de Sabella debía ser Miguel Ángel Russo. Era una manera de darle continuidad a Bilardo como Director de Selecciones Nacionales y más tiempo a Humbertito, como Director Técnico de los Juveniles, para su proyecto. Alguien interpretó erróneamente que cuando Don Julio le acariciaba la cabeza a Messi en el triste vestuario argentino tras la final contra Alemania, le estaba dando, además de un consuelo paternal, una señal respecto de traer al “técnico que más te guste”. Pero, en realidad, ya tenía in pectore a Russo con quien, en oportunidades anteriores, había sostenido largas charlas sobre la Selección Nacional.
Esto no se oponía a que Guillermo Lorente, por entonces presidente de Newell’s, o gente de su confianza testearan a Martino y que la prensa de Rosario lo dejara trascender. Grondona sabía cómo direccionar una gestión para que “lamentablemente no se logre el acuerdo” (dinero o exigencias contractuales) y cómo encontrar “una alternativa” conveniente.
En tal sentido, Russo a diferencia de Martino, a quien Don Julio respetaba humana y personalmente, no exigía ningún “proyecto integral” que incluyera bajo su mando a las categorías juveniles, ni objetaría -como terminó ocurriendo- la presencia y el trabajo de su viejo maestro en Estudiantes de La Plata y la Selección, Carlos Bilardo. Ni mucho menos la de Humbertito.
Para Grondona, este manejo estaba respaldado por algunas exitosas experiencias anteriores. En 1982, después del Mundial de España, él tenía claro que no habría de renovarle el contrato a Menotti. No obstante, se reunió con él, generó expectativas en la prensa de entonces (El Gráfico, la revista más importante e influyente de la época en la que tuve el incomparable orgullo de escribir y dirigir), dedicó su calificada portada al tema. Grondona “lamentó no haberse puesto de acuerdo en lo económico”.
La verdad es que jamás se habló de eso. Al entonces presidente lo asustó la falta de conducta de los jugadores del plantel durante el Mundial y antes del regreso ya lo había decidido. Era parte de su estrategia no desoír el “clamor popular”. Nunca quiso a Bianchi –le asustaba aquel desaire a Macri en una conferencia de prensa de septiembre de 2001, en que lo dejó plantado-. Pero no dejó de hacer público el testeo sabiendo que la respuesta del técnico sería no. En ese caso, transfería a la respuesta anticipada del candidato la “negativa a aceptar” la Selección. Para esa circunstancia actuó el recordado Pedro Pompilio. El mismo dirigente que facilitó después la segunda llegada de Coco Basile en el 2008.
Don Julio sabía cómo manejar esos tiempos. Por caso, en julio del 2010 fue a una reunión con Maradona en un ocasional domicilio de Ezeiza, para renovarle el contrato como DT de la Selección aun después de lo ocurrido en Sudáfrica. Pero – el “pero”, es fundamental para entender- habría de condicionar la continuidad de sus asistentes a partir de octubre de ese año.
-”Con vos no hay problema, vence tu contrato ahora y lo renovamos. Con los demás, en octubre vemos, por ahí hay que hacer algún retoque, algún cambio, vamo’ a ver….”- Grondona sabía que tocar a sus colaboradores era una condición inaceptable para los códigos de Diego. Era, directamente, un no.
– No Julio, todos o ninguno. Yo no firmo si no firman los muchachos….(Mancuso, Enrique, Signorini, Javier Vilamitjana, Gustavo Piñero).
-Muy bien, no hay entonces, nada más que hablar, respondió Grondona.
Tras este diálogo, me dio instrucciones para que le anunciara a la prensa de inmediato que “Maradona no aceptó renovar su contrato con la Selección Nacional”.
Para el caso a resolver en aquel tiempo del regreso desde Brasil, Grondona ya sabía que Simeone –pleno éxito en el Atlético de Madrid- diría que no, que se podía testear a Martino, pero que, finalmente habría “alguna razón” por la cual el Comité Ejecutivo se decidiría por Miguel Ángel Russo.
Respecto del Torneo de los 30 equipos, tiene más de un perfil interpretativo. Básicamente, Grondona seguía luchando por lograr que el Gobierno le autorizara a la AFA lo que se conoció como Prode Bancado. Que no eran otra cosa que las apuestas en el fútbol, tal como ocurre en las grandes ligas del mundo. Las gestiones ante el Ejecutivo y Lotería avanzaban. Tanto era así que Santa Mónica había tomado el proyecto y hasta había anticipado una cifra significativa a la AFA a cuenta de la puesta en marcha del proyecto. Más equipos, más partidos,… Más apuestas…El Prode Bancado murió en octubre de 2014.
Pero un campeonato con treinta equipos también significaba más trabajo – y por lo tanto mayor incidencia y facturación – de la empresa Torneos en su cada vez más creciente participación en la producción de Fútbol para Todos a instancias de quien resultaba, por entonces, el dirigente número dos de la AFA: Alejandro Burzaco, luego involucrado en la causa FIFAGate.
En los pasillos de AFA, nunca dejó de comentarse, de manera graciosa y anecdótica que “además de estas poderosas razones,… con treinta equipos, Arsenal el equipo del Presidente, aseguraría por mucho tiempo su permanencia en Primera…”.
Ese martes 29 de julio de 2014 , Grondona abandonaría su oficina por última vez a las 21.05. Bajó por el ascensor chico, el privado, quejándose de un dolor en las cervicales. Había sido un día largo. Difícil. En la puerta, del lado de adentro, lo esperaban cuatro periodistas del grupo de los acreditados en AFA (CEPA). Los miró con severidad, como siempre. Y no dijo una palabra, como nunca. Se abrió paso sin dificultades y se subió al asiento delantero de la camioneta Amarok que la Volkswagen –sponsor de la Selección Argentina- le había cedido gratuitamente para su uso personal .
–“¿Adonde vamos Don Julio?”, le preguntó su chofer, Alejandro Rodríguez, a quien también le llamó la atención que esa noche, precisamente esa noche, Grondona se vaya a su casa solo, sin nadie de la AFA que compartiera su cena.
-”¿ Y adónde querés que vaya?… A casa, vamos a casa, me duele mucho acá, en la espalda”-, respondió Grondona.
Alejandro prendió las luces y se puso en marcha por Viamonte hacia el bajo. Iba a Puerto Madero en lo que sería, sin imaginarlo, el viaje póstumo con su ilustre jefe a bordo.
Casi ni comió. Y apenas si vio algo de televisión. Estaba cansado y dolorido. No atendió ninguna de las cuatro llamadas ingresadas a su celular. Como siempre, se interesó por cada uno de los miembros de su familia. Tomó los medicamentos de costumbre y se acostó.
Después de las dos de la mañana, el dolor era intenso. Había mutado de las cervicales a la boca del estómago. Y ya casi de madrugada, llamó a su hija Liliana, quien vivía en el mismo edificio. La ambulancia de OSDE demoró apenas minutos. Rápidamente recurrieron al doctor Rafael Revoredo, Jefe del Departamento Médico de la AFA, quien intentó una inmediata internación en el Otamendi. No había lugar. El caso era grave y requeriría, según el primer diagnóstico, cirugía de urgencia.
Por suerte, pudieron admitirlo en el Mitre. Era la mañana incipiente del 30 de Julio de 2014. Junto a Liliana y su esposo Genaro Aversa, ya estaban su hijo Julito, el doctor Revoredo y Juan Carlos Crespi, dirigente de Boca y amigo. Angustia. Consultas. “Y si vamos a la Favaloro, ¿no hay lugar en la Favaloro?”, preguntaba la familia. Uno de los médicos del sanatorio le respondió serena y categóricamente: “Señora, su padre sufrió un desprendimiento de placa de Ateroma, esto le produjo un aneurisma disecante de Aorta, lo que se llama un cayado aórtico, tenemos que operarlo ya mismo, si es que nos da tiempo; el estado es gravísimo…”.
A pesar del pedido de discreción absoluta, cerca de las 10:30 alguien del sanatorio filtró la información a la prensa. El personal que estaba trabajando en la AFA no tenía información directa. Cerca del mediodía, Crespi lo llamó a Segura y éste al doctor Miguel Silva, el Secretario General.
Media hora más tarde, los zócalos de los canales de noticias preanunciaban la infausta noticia. Era cierto: después de poner su cuerpo en la camilla rumbo al quirófano, se produjo el desenlace.
Luis Segura llamó a mi oficina de la AFA para que vaya al Sanatorio Mitre. Llegué en minutos, antes de la una de la tarde. La guardia periodística ya estaba en la puerta. Les pedí unos minutos. Subí y saludé a todos. En medio del profundo dolor, la familia me encomendó que lo informara oficialmente.
“Señores, tengo la triste y difícil obligación de informarles que ha muerto Julio Grondona”.
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