Bongiorno, el “Ángel de las fugas” y el ladrón más temido por la Policía de San Juan

Bongiorno, el “Ángel de las fugas” y el ladrón más temido por la Policía de San Juan

Su vida siempre estuvo arraigada al delito. Supo dejar su tierra natal, su familia y hasta varios elementos de valor, pero nunca logró desprenderse del robo, que lo acompañó hasta San Juan, el lugar que eligió para vivir y realizar un sinfín de “travesuras”. El accionar de Ángel Bongiorno, el personaje de esta edición, le provocó un elevado número de dolores de cabeza a la Policía provincial, y no únicamente por hurtos, también por las frecuentes fugas de los diferentes calabozos donde cumplió sus castigos.

Bongiorno, o también llamado Ignacio López, nació el 23 de septiembre de 1921 en la localidad cordobesa de Laguna Larga, un poblado que en la actualidad no sobrepasa los 10 mil habitantes. Criado en el seno de una familia humilde, desde chico le gustó la mala vida. Siendo un niño trabajó como ayudante de una carpintería y hasta se animó a vender las herramientas de su empleador, quien se percató de la situación y lo echó.

En su adolescencia y juventud formó una banda delictiva, y sin hacerle cara fea a nada, supo sustraer desde alimentos hasta vehículos de alta gama para la época. Ángel no desaprovechó ninguna oportunidad. Según la publicación del periodista Alejandro Sánchez de El Nuevo Diario -nota emitida en julio de 1997-, el muchacho asistía a las canchas de fútbol, y mientras los fanáticos estaban atentos al partido, él elegía una bicicleta y se la robaba. Por ser menor de edad, lo dejaban pocos días tras las rejas y luego volvía al delito, un proceso cíclico en su vida.

Ya de adulto, ganó popularidad en el ámbito policial. Su proceder causó el temor de los lagunenses y habitantes de localidades aledañas, que luego se extendieron a otros puntos del país. No se le conocieron asesinatos ni otros hechos graves, únicamente hurtos simples y robos amenazando a sus víctimas con armas de fuego.

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Éste era Angel Bongiorno. Foto gentileza: Fundación Bataller.

Éste era Angel Bongiorno. Foto gentileza: Fundación Bataller.

Pasados sus 30 años, y tras dejar líos en diversos puntos del centro del país, llegó a San Juan durante los años ’50. Nunca se supo si vino desde Córdoba o Mendoza. Eso sí, arribó siendo prófugo de la Justicia. ¿Cómo la Policía local se enteró de la existencia del “Ángel” del robo? Por las constantes denuncias que llegaban a las comisarías de los distintos departamentos. Al igual que en otras ocasiones, todas las acusaciones fueron por hurtos simples y la mayoría de las víctimas apuntaban contra un mismo hombre. No actuaba en compañía de nadie ni cómplices, con la cara descubierta y circulando por las calles con bicicletas distintas.

La fuerza de seguridad se puso manos a la obra. Tras seguir sus pasos, fue en un punto sumamente transitado del microcentro, como la esquina de Laprida y General Acha, cuando agentes lo detuvieron. Estaba por robar una bicicleta, otra más de su innumerable colección.

Todo era alegría. Bongiorno estaba en el calabozo de la Comisaría Primera. Los efectivos habían encontrado la figurita más codiciada, pero el cordobés, quien siempre aprovechaba los descuidos, durante una noche agarró una ganzúa que tenía muy bien escondida, abrió la reja y escapó sin dejar rastros. A partir de ese momento, la relación entre la Policía y la Justicia sanjuaninas y el delincuente tendrían varias idas y vueltas.

No se le conocieron asesinatos ni otros hechos graves, únicamente hurtos simples y robos amenazando a sus víctimas con armas de fuego. No se le conocieron asesinatos ni otros hechos graves, únicamente hurtos simples y robos amenazando a sus víctimas con armas de fuego.

“La Policía se la tenía jurada porque Bongiorno se burlaba constantemente de ellos”, dijo el historiador Gabriel Eduardo Brizuela a este diario. Tras la primera fuga en San Juan, robo autos y accesorios, huyó a Mendoza y fue protagonista de numerosos delitos y escapes de la Brigada de Investigaciones. Mientras tanto, en los ferrocarriles sanjuaninos estaban bajo alerta de cualquier movimiento que el cordobés hiciera. En un momento, se sospechó de un viaje a Córdoba y fueron dos auxiliares quienes lo observaron e intentaron detener, aunque el prófugo los sorprendió con dos pistolas y les disparó con el último propósito de huir nuevamente de la fuerza.

El robo de la bicicleta al efectivo y la fuga de Año Nuevo

Hay varios registros de escapes de Bongiorno, pero siempre se le encuentras cada vez más. Una de las más conocidas ocurrió cuando solicitó ir al baño, en otro descuido policial, y huyó de un guardia y robó una bicicleta, como si se tratase de una obsesión. En otra oportunidad, y cuando lo trasladaban a Tribunales, se fue por una pequeña ventana con rejas que logró evadir gracias a un alambre.

La más famosa sucedió en una celebración de Año Nuevo. El cordobés estaba en el Penal de Chimbas. Junto con otros internos, limó los hierros de su celda y utilizó sábanas trenzadas para caer en el patio carcelario. Pasaron más de dos horas para que los guardias notaran su ausencia del lugar. Algunos reos fueron atrapados, pero el famoso delincuente no. Pasó un tiempo cuando, tras intensas investigaciones, lo capturaron y cayó tras las rejas.

Poco se supo de la vida del ladrón, ni la fecha y causas de su muerte. Entre los pocos detalles, se conoció que fue víctima de los puntazos de Don Vargas, un criminal y también famoso por escapar de las prisiones, tras una pelea en el servicio penitenciario, ocurrida durante los años ’60.

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