El bastón que se exhibe en una pared de Rivadavia y su conmovedora historia
Posiblemente muchos sanjuaninos no lo vieron o, simplemente, lo pasaron por alto. Sin embargo, el viejo bastón pegado en la pared exterior de un comercio de ortopedia situado sobre la calle Almirante Brown 1169 norte, en el departamento de Rivadavia, tiene una gran historia, digna de ser contada.
La médica Verónica Massud, nieta de Josefa Massud, dueña del bastón, decidió ponerlo en valor al exponerlo en el local que funciona en ese lugar. También, de alguna manera, tiene la finalidad de homenajear a sus antepasados inmigrantes: sus abuelos Abraham, que era libanés, y su abuela, oriunda de Alepo, en Siria. Se habían conocido con apenas 18 y 13 años y llegaron en el barco “Italia” en busca de la tierra prometida, América. Una historia de novela.
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“Llegaron del desierto y, al desembarcar en Buenos Aires, emprendieron la marcha en tren hacia algún lugar, como todo inmigrante que busca de trabajo y futuro. Al pasar por la localidad de Desiderio Tello, en La Rioja, decidieron instalarse allí, donde vivieron muchos años y formaron una gran familia”, evoca Verónica a Tiempo de San Juan.
En La Rioja, los Massud abrieron un almacén de ramos generales que muy próspero. Incluso, teniendo en cuenta la gran producción de madera, especialmente de quebracho colorado, Abraham también solía fabricar bastones y otros elementos rudimentarios relacionados con la ortopedia. Es que su esposa comenzaba a sufrir algunas dolencias y él se daba maña para todo utilizando distintas maderas, como palo santo y algarrobo, entre otras.
“Con ese almacén criaron 13 hijos, algunos murieron por la gripe española, por eso ella solía poner un fuenton de lata en el fuego y hervía sábanas y toallones, era muy pulcra”, relata Verónica.“
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“Nuestra familia tiene problemas de cadera, especialmente las mujeres y ella comenzó con su problema de reuma deformante y dificultades en la marcha. Es por eso que mi abuelo trató de hacerle lo más llevadera posible su vida, construyendo precarias sillas de baño, sillas de ruedas y bastones.
Cuando en el pueblo veían su trabajo, empezaron a hacerle pedidos y encargos para vender. Y así, entre frascos de azúcar, harina, leña y demás productos, incorporó sus aparatos ortopédicos artesanales”, repasa.
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Incluso con una polea y telas hizo un elevador para cambiar sábanas. “Con el tiempo y con una familia tan numerosa se fueron perdiendo algunos de sus inventos pero quedó el bastón, hoy emblema de nuestra ortopedia”, sostiene.
Mucho tiempo después, ya viuda, Josefa decidió radicarse en casa de una hija, en San Juan. La familia numerosa se había “desparramado” también por Córdoba y Mendoza.
Lo cierto es que Verónica y su esposo decidieron conservar ese elemento como símbolo familiar. Y al instalar su ortopedia supieron que debían exhibirlo. La ortopedia sanjuanina es, de algún modo, continuación de las bases que sentó el abuelo Massud en La Rioja.
Verónica heredó de Abraham su espíritu solidario: una vez cada seis meses recorren Jáchal, Iglesia y algunos puestos para hacer controles de pedigrafía y luego plantillas a personas de bajos recursos que residen en esas zonas retiradas.
La nieta sanjuanina sigue evocando a sus abuelos sirios con gran respeto y admiración. “Los restos de mi abuelo están en el cementerio de Desiderio Tello. Fue una persona muy trabajadora y apreciada en La Rioja. El almacén de ramos generales, ya cerrado, está firme en el lugar como testigo y protagonista del paso del tiempo”, relata.
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También menciona que llegaron desde Siria sin conocer el idioma y eso llevó a equivocaciones en el apellido de su abuela. “Su nombre era Josefa Sleides, pero en Argentina la anotaron como Ceballes, así lo habían entendido y así, finalmente, quedó en los libros. Venían del desierto y se afincaron, de algún modo, en un lugar parecido. Mi abuela fue una autodidacta que aprendió el idioma utilizando un libro. Todavía conservamos las cartas que recibía de sus familiares”, relata.
El almacén y corralón funcionó muy bien durante décadas. Incluso, cuenta Verónica, muchos bancos de la iglesia de Desiderio Tello fueron fabricados por Abraham. “Era un visionario porque muchos de sus hijos fueron a la universidad y fueron profesionales. Siendo extranjeros entendieron la importancia de un estudio”, continúa.
“Todo esto hace que en una pared de afuera del local se encuentre colgado el bastón de mi abuela que es el inicio de nuestro negocio, al que denominamos Aljamal, un nombre árabe que significa `lo que llevamos en la sangre’. Aljamal quiere decir junta de árabes pero también significa bienestar, belleza. También elegimos la flor de loto porque nace de las aguas más oscuras y turbias llenando de belleza esa oscuridad”, describe Verónica.
“Sabemos que un esguince, una fractura o en el peor de los casos una amputación puede significar para una persona entrar en una profunda depresión y en un lugar oscuro de donde es difícil salir. Y nosotros estamos para ayudar a esas personas a renacer, a descubrir que se puede seguir teniendo una vida plena y hermosa pese a las dificultades que se pueden presentar”, amplía.
Y dejó un mensaje para los nietos que, como ella, supieron valorar, acompañar y homenajear a sus abuelos.
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“Espero que cada nieto que tenga que acompañar a su abuela a caminar con dificultad sienta que es un gesto importante, inolvidable para los mayores. Y que hoy existen muchas posibilidades de sobrellevarlo gracias a la nueva aparatología”, advierte, mientras agradece que la historia familiar trascienda.
“Hace que la vida, entre los silencios de lo cotidiano, pueda hacernos sentir más reconocidos en este breve paso por la vida”, concluye.
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