El día que se rompió para siempre la relación entre César Luis Menotti y Carlos Bilardo: cuál fue la diferencia que se convirtió en abismo
“Las diferencias que pueda haber en los estilos de vida no tienen nada que ver. Ojalá que dios lo proteja y lo ayude para que salga bien de esta circunstancia. Es un hombre del fútbol, ojalá que salga adelante, es mi profundo deseo. Conozco a su mujer, he estado en su casa. Tenemos diferentes maneras de pensar las cosas, de sentir la representatividad del fútbol, pero de ahí a no pedir que su salud se recupere lo antes posible… Deseo con todo mi respeto por su familia que salga adelante”.
El deseo de inicios de 2019 de César Luis Menotti a Carlos Salvador Bilardo cuando se hizo conocida la afección que sufre el Doctor (sindrome de Hakim-Adams) representó un puente entre los futboleros que se alinearon en una u otra filosofía. Porque los dos directores técnicos campeones del mundo con la selección argentina edificaron sus trayectorias en el banco de suplentes enfrentados, en veredas opuestas. Sin embargo, más allá de las ideas que pregonaban cada uno, no siempre fue así. En los 70, con la intermediación de Roberto Saporiti, llegaron a compartir una cena junto a sus familias. De hecho, tenían una relación más que cordial hasta que el Doctor reemplazó al Flaco en el combinado nacional.
Allí, incluso, llegaron a reunirse para debatir sobre fútbol. Pero una vez que atravesaron la puerta del punto de encuentro, el lazo se cortó. La obra “Menotti, el último romántico”, de Gustavo F. García y Carlos Viacava (editorial Libro Fútbol) retrata con detalles el día en el que el ex Flaco y Bilardo fueron “amigos” y la primera gran diferencia que se transformó en un abismo. Más allá del acercamiento verbal, el fallecimiento de César Luis terminó impidiendo la posibilidad de una foto de reencuentro que cerrara la grieta del fútbol albiceleste.
EXTRACTO DEL CAPÍTULO “MENOTTI VS. BILARDO, EL DUELO ETERNO”
Corría 1983 y el Flaco había sido contratado por el Barcelona mientras el Narigón vivía sus primeras horas al frente del equipo albiceleste. Pactaron una reunión en esa ciudad española para intercambiar impresiones sobre aspectos relacionados con la Selección. Además de cuestiones vinculadas con la organización del trabajo, surgieron comentarios sobre futbolistas que habían estado bajo las órdenes de Menotti y a quienes Bilardo parecía tener en sus planes.
El flamante DT albiceleste le pidió a su experimentado antecesor algunos conceptos puntuales sobre ciertos futbolistas. Menotti le explicó que Alberto Tarantini, defensor campeón del mundo en 1978, “cuantos más quilombos tiene con la mujer, más corre y mejor juega. Citalo a él y a diez más. Es un fenómeno en todo sentido”; respecto del arquero de Boca, Hugo Gatti, le recomendó “llamalo, dame bola, es el mejor” y hasta le anotó el teléfono del Loco en un trozo de papel; y, finalmente, sobre Enzo Trossero, aquien había llevado a España 82, planteó sus reservas: “No te va a servir. Es un león de lunes a sábado, pero los domingos es un gatito”.
Bilardo dejó el cónclave que para él era secreto y se encontró con que la prensa argentina estaba al tanto de todas y cada una de las palabras que el ex DT de la Selección había pronunciado en ese encuentro. Furioso, poco después, cuando anunció su primera lista de convocados, incluyó a Trossero, pero desestimó de plano a Tarantini y a Gatti, quienes de hecho jamás volvieron al conjunto nacional.
“Este es una risa. Viene, me vuelve loco a preguntas, le fundamento todo lo que le conviene, va allá y hace todo al revés. No algo, todo”, se quejó Menotti no bien se enteró de los primeros citados por su sucesor. Para el rosarino, hombre de un ego de proporciones descomunales, esa decisión constituyó un insulto. Ignoraba que Bilardo no sólo tenía sus propias ideas, sino que además poseía una personalidad tan fuerte como la suya.
“Desde ese momento, cada uno se situó con más firmeza en los extremos del camino”, subraya el libro. “Yo soy admirador de Joan Manuel Serrat y Mercedes Sosa y a él le gustan Los Wawancó”, fue una de las metáforas musicales a las que apeló el Flaco para diferenciarse. La “guerra” alcanzó epítetos duros. El surgido en Rosario Central llegó a calificar de “enano mental” a su contendiente. La leyenda de Estudiantes le endilgó el rótulo de “rabanito”. Con el tiempo y los problemas de salud como suavizante, al menos surgieron algunos puentes. Al fin y al cabo, el título en el Mundial de Qatar los embanderó a ambos… Y a todos los argentinos.
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