El vallista que se animó a salir de la contención de la sierra para estudiar, logró ser veterinario y es el orgullo de su pueblo

El vallista que se animó a salir de la contención de la sierra para estudiar, logró ser veterinario y es el orgullo de su pueblo

Cuenta su historia de superación desde la escuela albergue en la que pasó los primeros años de la vida, aquella que lo cobijó y le terminó abriendo las puertas a un mundo desconocido para él hasta entonces. Además, el único lugar de su pueblo en el que hay señal de Internet (de teléfono, ni hablar). Hoy Darío Chávez tiene 27 años y un enorme sueño cumplido que pocas personas en su condición se animaron siquiera a emprender: recibió un título universitario. Para eso, tuvo que salir del reparo de su tierra natal en medio de Sierras de Elizondo, en Valle Fértil, y alejarse de su familia. Después de un largo viaje que a veces se le hizo cuesta arriba en la llanura, finalmente esta Navidad regresó con el diploma que certifica que es veterinario y llenó de orgullo a todos por allí.

En las sierras hay silencio. Las aproximadamente 15 familias que las componen viven hasta a dos horas de distancia a pie entre sí. No hay televisión, colectivos, semáforos y, ni siquiera, calles. El corazón del pueblo es la escuela albergue Marcos Gómez Narváez, allí los vecinos se reúnen y pasan la mayor parte del tiempo los chicos. Darío creció en medio de la tranquilidad y el aislamiento, junto a sus padres y sus siete hermanos.

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Darío (tercero de izquierda a derecha), junto a sus compañeros en la escuela albergue de Sierras de Elizondo.

Darío (tercero de izquierda a derecha), junto a sus compañeros en la escuela albergue de Sierras de Elizondo.

Cuenta justamente que su hogar era la escuela, en la que pasaba 10 días para después regresar “de vacaciones”, según él mismo relata, por 5 días a su casa. Allí descansaba y ayudaba a su papá en la actividad de la cría del ganado caprino. Así fue su vida hasta que llegó al Tercer Año del Secundario, el último que se dicta en el establecimiento. Entonces, decidió ir más allá. Salió para estudiar.

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El joven (de gorra y remera blanca), durante su infancia.

El joven (de gorra y remera blanca), durante su infancia.

Su primer desafío fue el paso por San Agustín, donde se alojó en una casa albergue y completó los estudios secundarios hasta Sexto Año, en la Escuela Agrotécnica. Luego, llegó un proceso aún más complejo, vivir en una casa de familia alquilada en La Rioja, junto a su primo, para cursar la carrera en la Universidad Nacional de la vecina provincia.

“Sierra de Elizondo es una zona lejana, por eso fue un paso muy importante irme. Mi infancia fue totalmente distinta a las que se ven en los otros pueblos o ciudades. Acá es diferente la vida. La tranquilidad, sin ningún tipo de ruido, sin nada. A veces, sin ningún contacto con otra gente. Y cuando éramos chicos casi no salíamos. Íbamos a San Agustín o a Astica, que está acá cerca, pero muy cada tanto. Entonces era un mundo nuevo”, cuenta Darío a Tiempo de San Juan.

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Y recuerda: “Por ahí fue difícil al principio, porque no conocía a casi nadie, era un ambiente muy tenso para mí. Pero bueno, a medida que fue pasando el tiempo, me fui adaptando, haciendo conocidos, compartiendo con mis compañeros y charlando. Después, me tocó hacer el mismo proceso en La Rioja. Ha sido duro, pero valió la pena. Tuve la excelente oportunidad de estudiar en la Universidad y ahora, la dicha de recibirme”.

La gran bienvenida y el futuro

El pasado 24 de diciembre, justo para Navidad, Darío regresó a su pueblo con el título en la mano. Y no se esperaba un recibimiento con tanto cariño y orgullo por parte de su gente.

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“Nosotros somos siete hermanos y soy el único que llegó a la universidad, algunos sí terminaron la Secundaria en la Escuela Agrotécnica. Por lo general, los jóvenes de la Sierra se van por razones de trabajo, no por estudio. Se mudan a la Villa San Agustín o algún pueblo, como Astica, por ejemplo, donde trabajan, tienen familia y hacen su vida”, cuenta Darío para explicar el impacto de su logro en su tierra.

Al mismo tiempo, cuenta: “El día que llegué nos reunimos todos en mi casa a celebrar la Navidad, con las familias cercanas. Fue un lindo recibimiento de parte de ellos porque están muy felices por esto que logré, me felicitaron y me desearon muchos éxitos”.

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La familia Chávez.

La familia Chávez.

En cuanto a lo que viene, asegura que sus planes cambiaron con el tiempo. “Yo decidí estudiar para ser veterinario porque al ser de acá, de la Sierra, tuve la posibilidad de tener contacto con todo tipo de animales, entonces uno aprende a quererlos, es una sensación que cuesta explicar. Sentí que la carrera era eso, aprender sobre ellos. Siempre mi idea fue recibirme y ejercer acá, para ayudar con el ganado. Pero bueno, uno sale y ve otro tipo de vida, de trabajos y se da cuenta que allá hay otras oportunidades. Entonces la idea ahora es ir a otro lugar y ejercer bien mi profesión. No sé dónde todavía, no lo he decidido. Pero sé que llegará”, confía pensando en su futuro.

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