“Eugenesia ideológica”: la complicidad científica del terrorismo de Estado | Presentan el libro “Los hijos de la otredad” del médico Claudio Capuano
Claudio Capuano es médico, con un interés profundamente volcado hacia los derechos humanos y a cómo su profesión se comportó éticamente respecto al tema. Coordinador de la Cátedra Libre de Salud y Derechos Humanos de la Facultad de Medicina de la UBA, Doctor de esa casa de altos estudios en el área de Humanidades Médicas, máster en Bioética y Derecho por la Universidad de Barcelona, acaba de publicar su primer libro: “Los hijos de la otredad”. La producción es, en realidad, su tesis doctoral y, de hecho, toda una toma de postura en relación a la apropiación de niñes que perpetraron la última dictadura cívico militar argentina y la que lideró en España Francisco Franco. Indagar, rastrear y registrar las similitudes entre ambos procesos criminales fue el motor de este trabajo académico que fue presentado como tesis en 2013 y publicado el mes pasado en formato libro. En junio será presentado en sociedad en el Centro Cultural de la Cooperación.
“Quería entender cuáles habían sido los argumentos, las bases que se utilizaron para justificar estos crímenes desde la ciencia. Fue la ciencia de ese momento, claro”, explicó en diálogo con Página/12 el médico que indagó sobre un tema que “siempre” le llamó la atención y sobre el que no halló producción alguna. En 5 años de investigación, dio con la figura de Antonio Vallejo Nágera, uno de los ideólogos del régimen franquista, “quien fue el padre de la Psiquiatría española y el responsable de los argumentos científicos para justificar estos crímenes de lesa humanidad”, amplió Capuano. En la introducción de “Los hijos de la otredad”, suma una cita del psiquiatra: “El saneamiento y regeneración eugenésico de un pueblo o raza requiere que se actué sobre la totalidad de los individuos que la constituyen. La regeneración de una raza impone una política que neutralice el daño que puede venirle al plasma germinal de los agentes patógenos, tanto físicos como psíquicos, materiales como morales”.
Según la investigación que el juez Baltasar Garzón, entre 1939 y 1951 hubo más de 31 mil personas arrebatadas a sus madres y padres biológicos, todos vinculados con víctimas de la dictadura de Francisco Franco. “Es una cifra descomunal”, definió el médico e investigador. En Argentina, las Abuelas de Plaza de Mayo contabilizaron al rededor de 500 apropiaciones cometidas en el marco del genocidio de la última dictadura, entre 1976 y 1983, de las cuales han resuelto 133. En su mayoría, se trata de hombres y mujeres que han podido conocer su verdad, que se han reencontrado con sus familias–son contadísimos los casos en los que su mamá o su papá sobrevivieron a la última dictadura– y han restituido su identidad.
–¿Qué dicen los argumentos que sostienen la apropiación de niñes?
–No habla solo Vallejo Nágera, pero él es quien más trabajó. Se basan en un concepto de ciencia de ese momento que era la eugenesia y que significa mejorar la raza. Vallejo Nágera y otros le dieron una vuelta de tuerca mucho más amplia. Imaginate vos, Europa en el año 120, 1930, 1940, pleno auge del nazismo. La eugenesia era un concepto biológico. Esta gente lo que plantea es que la eugenesia debía ser ideológica-intelectual: el enemigo no era el negro o el judío, sino el comunista. A partir de ahí empiezan a construir al enemigo desde las fronteras ideológicas, ya no las físicas ni geográficas. Puede haber enemigos dentro del propio Estado-Nación. Las fronteras pasan a ser las del propio cuerpo humano: esa “otredad” a la que hay que eliminar. Cuando vi esto, empecé a comprender que también era lo que propuso la Doctrina de Seguridad Nacional después de los años 50. Parecería ser que España fue el laboratorio de lo que sucedió en otros procesos dictatoriales en el mundo.
–Y en Argentina, ¿en dónde encontraste estos lineamientos?
–Hay contactos desde la teoría. Antonio Vallejo Nágera fue responsable de armar casi todos los servicios psiquiátricos en América Latina. Uno de los integrantes de su equipo era Ramiro de Maeztu, quien fue el embajador de Primo de Rivera en Argentina. En España, otro de los que plantean el campo de la eugenesia a partir de la hispanidad es un obispo, Zacarías de Vizcarra, que era el obispo de la basílica del Sagrado Corazón. Vizcarra es convocado por Franco quien le da la Arquidiócesis de Toledo. Recuerdo una pericia que el entonces secretario de Derechos Humanos Eduardo Duhalde me encargó para realizar a uno de los responsables más importantes de la dictadura argentina. En un momento, le pregunto a esta persona cuál fue el momento más prolífico de su carrera y me dice ‘sin lugar a dudas cuando estuve en la Escuela Superior de Guerra de España’. Le respondo que entonces tenía que conocer a Antonio Vallejo Nágera. Y me dijo ‘claro, claro, es uno de mis héroes’. Cuando le pregunté qué le había enseñado su héroe, guardó un silencio tremendo. Se dio cuenta de que yo sabía de lo que él estaba hablando. Hace un mes, en un juicio de Bahía Blanca –juicio de lesa humanidad por los crímenes del V Cuerpo del Ejército– uno de los represores planteó la misma interpretación de eugenesia que Vallejo Nágera: ‘Le sacamos los hijos para darles una buena familia, para que no estén contaminados con sus padres que son subversivos”.
Hay más cruces entre el proceso de apropiación de bebés durante las dictaduras de Franco y Argentina mencionadas en la investigación de Capuano. Entre las más sobresalientes, figura la respuesta que la jueza de menores de Lomas de Zamora Marta Pons les espetó a las Abuelas de Plaza de Mayo cuando fueron a verla en el marco de la búsqueda que emprendieron, en plena dictadura, de sus nietos robados: “Estoy convencida de que sus hijos eran terroristas, y terrorista es sinónimo de asesino. A los asesinos yo no pienso devolverles los hijos porque no sería justo hacerlo. No tienen derecho a criarlos. Tampoco me voy a pronunciar por la devolución de los niños a ustedes”, transcribió el investigador desde el libro Identidad, despojo y destitución, de Matilde Herrera y Ernesto Tenembaum.
–Planteás en tu investigación que en España, el cuerpo de argumentos desde la ciencia decantó en el sistema jurídico. La dictadura de Franco modificó leyes para legalizar el robo de bebés a mujeres militantes. En Argentina esto no llegó a ese límite.
–Para poder desarrollar mi tesis yo tuve que comparar situaciones que sucedieron en épocas distintas, en contextos sociales, políticos y económicos internacionales distintos, detectar los puntos a comparar y empezar a detectar similitudes y diferencias en las bases, en las estructuras, en los modos de llevarse a cabo, en las consecuencias. Encontré muchas similitudes. Había una estructura común y esa estructura común era la que proponía que ‘padres degenerados engendran hijos degenerados, por lo que hay que separarlos’. Esto lo dijo Ramón Camps, lo dijeron varios otros represores, lo dijeron jueces, gente de la Iglesia. Y era lo que planteaba Vallejos Nágera en España. También se trabajó por la impunidad de los responsables de las apropiaciones, ya que a los niños se les cambió la identidad. Luego, también, se trabajó en pos de ponerlos en contra de sus padres de quienes los habían apartado, criarlo del ‘otro lado de la línea ideológica’, digamos. Ésta fue la lógica en España y también en Argentina. Si bien en España esto decantó en leyes que habilitaron la separación de los hijos de mujeres militantes, en Argentina la represión ilegal de la dictadura fue clandestina. No obstante, hubo casos de apropiaciones en Argentina que, más allá de falsificación de documentos públicos, se basaron en cuestiones legales vigentes en aquellos años. Un porcentaje de los nietos restituidos figuraban como adoptados legalmente.
–“Los hijos de la otredad” pone el foco en los aportes y el sostén que tuvieron los crímenes de lesa humanidad en España y en Argentina por parte de la sociedad civil.
–Los trabajos académicos de Vallejo Nágera, las investigaciones que realizó con mujeres presas en España y que luego fueron considerados tortura, fueron publicados por las principales revistas científicas de la época. Eso era la ciencia en aquellos días en los que el nazismo estaba en pleno auge, tiempos de la neutralidad moral de la ciencia. Muchos científicos dicen que no, que eran pseudociencias. Yo creo que eso es no hacerse cargo de las miserias. En Argentina, para que el plan sistemático de secuestro, tortura, exterminio y robo de niños se pudiera llevar a cabo tuvo que haber alguien que lo diseñara, alguien que lo llevara a la práctica, alguien que colaborara en ese proceso. Hubo médicos que atendieron partos en centros clandestinos y que fueron condenados por eso. Hubo médicos que inyectaban a personas secuestradas, las adormecían para tirarlas luego a las aguas desde los vuelos de la muerte. Uno tiene que sentarse a ver, primero, por qué se utiliza la ciencia para hechos criminales o cómo la ciencia habilita determinados usos criminales de la medicina, si uno pretende que esto no vuelva a pasar, esto tiene que ser investigado y quien haya hecho estos diseños tiene que tener su juicio y si son culpables, condenados.
–¿Cree que puede servir para apuntalar el proceso de juzgamiento de este sector? ¿Cuál cree que es el aporte que puede hacer al caso español?
–Creo que los procesos de memoria y de justicia son procesos sociales complejos, que se dan de abajo para arriba que deben crear consenso en la sociedad para poder romper esos pactos de impunidad que no les permiten desarrollarse. Son territorios en disputa. En España, uno puede ver en el Pacto de la Moncloa, ese pacto de impunidad, las causas de la no investigación de las violaciones a los derechos humanos. Allí no hay un Banco Nacional de Datos Genéticos. No hay leyes ni políticas públicas de memoria, verdad y justicia. Los pocos casos de identidad robada que se han resuelto han sido por iniciativa privada, no hay aún un consenso político en ese país para que se pueda avanzar. Y en Argentina, lo vemos hoy, hay una revuelta del negacionismo que regresa con fuerza.
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