“Hay 550 cristianos refugiados en la parroquia” | Entrevista al cura argentino Marcelo Gallardo sobre el drama en la ciudad de Gaza
Desde Jerusalén
Frente al baldaquino del Santo Sepulcro, James está descalzo –desde hace 20 años–, viste túnica tan blanca como su pelo y barba, y camina lento apoyándose en un palo: es la imagen encarnada del patriarca Abraham en Jerusalén, donde vive sin dinero en un cuartito cedido junto a una estación de la Vía Dolorosa. Y dice en castellano –aunque es un norteamericano místico– “ese padre que viene ahí es argentino”.
Se saludan y el padre Marcelo Gallardo de la Congregación del Verbo Encarnado acepta una entrevista en penumbras, a metros de la tumba vacía de Jesucristo. El religioso argentino vive en Belén –lleva 30 años en Medio Oriente y habla árabe– y su congregación dirige la parroquia de Gaza, al cargo del sacerdote argentino Gabriel Romanelli, a quien la guerra lo sorprendió fuera de ese territorio bloqueado. Recién pudo regresar a Gaza esta semana y mantiene contacto diario con Gallardo, reportándole como testigo directo e independiente los horrores de la guerra: “nos mandamos mensajitos”.
–¿Cómo está la situación?
–En este momento hay tres padres argentinos en Gaza. Y hay otra hermana argentina. Desde el principio de la guerra, la mayoría de las familias católicas y ortodoxas se refugiaron en la parroquia. Antes de la guerra había un poquito menos de 1100 cristianos. Y se han refugiado en las dos parroquias.
–¿En la de ustedes cuánta gente refugiada tienen?
–Unas 550 personas, incluyendo niños, ancianos y discapacitados. Están ocupando las instalaciones de la escuela, incluso hay gente que duerme en la iglesia. Las aulas son divididas por cortinas hechas con un caño.
–¿Se trajeron sus colchones y se instalaron?
–Sí, sí, han ido buscando. La mayoría de las casas de la gente están destruidas, así que incluso si se acabara la guerra, ahora no tienen dónde ir.
–¿Agua corriente?
–El agua es muy complicado, el agua potable hay que comprarla y es carísima. Y después, gracias a Dios, cuando hicieron la parroquia hace muchos años, la hicieron sobre una fuente natural. Así que por eso pudieron también mantenerse. Es agua que no es potable, pero la filtran un poco. Y con eso se han podido al menos lavar un poco.
–¿Y la comida?
–Ahora ha entrado un poco más, pero pasaron momentos muy difíciles. Hacen pan dos o tres veces por semana. Hacen una comida fuerte al día para todos. No hay fruta fresca.
–¿Y la luz?
–Tienen dos generadores. Uno más pequeño que tiene la madre Teresa y otro más grande que lo prenden algunos momentos al día para cargar los celulares. Hay muy poca nafta.
–Ahora se está combatiendo otra vez en la ciudad de Gaza, en el norte.
–Sí. Han habido combates cerca, no al lado, cerca de la parroquia
–¿Les llega ayuda de la ONU?
–El problema es que la parroquia está en el norte, entonces es difícil que llegue. De la ONU nos han llegado muy pocas cosas, básicamente llegan al sur. De los que están en la parroquia, ninguno trabaja, muchos perdieron su casa, están ahí hace ocho meses encerrados.
–¿Cuántos baños tienen?
–En total, cinco o seis
–¿Cómo fue el episodio del 16 de diciembre de 2023 cuando dos mujeres murieron adentro de su parroquia de la Sagrada Familia en Gaza? Eran Nahida y su hija Samar. Según el Patriarcado Latino de Jerusalén, “fueron fusiladas a sangre fría dentro del recinto de la parroquia, donde no hay beligerantes”.
–La madre era una señora mayor, salió de un aula, salió al baño y le dispararon. La hija salió a ayudarla y la mataron también. Creo que le dieron a una en el corazón y a otra en la cabeza. Fue un francotirador de Israel. Yo las conocía a ellas. El Papa habló sobre ellas.
–¿Ella salió caminando con normalidad y le dispararon?
–Sí. Había combates en la zona, estaban muy complicados. Pero bueno, salió al baño pensando que…
–¿Había gente de Hamas en el edificio de la parroquia?
–No. Ningún tiro salió desde adentro de la parroquia, sin lugar a dudas. No, no, ahí no hay gente que tenga armas. Ni se había metido nadie de Hamas, ellos nunca se meten en la parroquia, yo estoy seguro de eso.
–¿Qué le puede hacer creer a un francotirador de las Fuerzas de Defensa de Israel que una mujer caminando en una parroquia es una terrorista o un blanco por la razón que sea?
–No sé, la verdad que no sé.
–¿Hay algún margen para pensar que el asesinato de esas dos mujeres fue un error?
–No sé, esas son cosas que no tengo los elementos para decir algo.
–Usted iba mucho a Gaza. ¿Cómo era la vida antes de la guerra?
–Siempre fue complicado. Había carencia de agua potable, electricidad había a veces solo 8 horas por día, a veces 15 horas, así desde hace años. Pero bueno, la gente estaba acostumbrada, se sobrellevaba.
–¿Hamas se metía con ustedes?
–No, directamente no. Los dejaba tranquilos a hacer su vida. Hamas gobernaba pero no, no había conflicto… Así conflicto directo, no.
–¿Y se imaginaban que podía llegar a pasar lo que pasó?
–No, no, realmente… Estuve hace muchos años acá, una cosa así…
–¿Qué le diría al gobierno de Israel?
–Nosotros no hablamos con el gobierno: rezamos por la paz. Y hacemos todo lo posible para que se termine esta guerra, que se den las condiciones para que haya una paz justa y duradera.
–¿Cómo se arregla ahora esto? ¿Cómo se corta el círculo de la venganza mutua?
–Yo creo que solamente Dios puede cambiar los corazones. Por eso también la importancia de la oración. Pero hay que poner de parte de uno… Los hombres tienen que poner también la buena voluntad, el deseo de respetar a los otros, respetar todas las vidas.
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