Jugando a la política
La media sanción que le dio la Cámara de Diputados a la llamada “Ley bases” le dio aire político al Gobierno, pero sobre todo dejó en evidencia que LLA aprobó varias “asignaturas” de política para superar los aplazos recibidos en el anterior intento cuando una iniciativa similar fue rechazada por los legisladores. Los negociadores de Javier Milei usaron ahora todo lo que tuvieron a su alcance: concesiones, ardides, presiones y, por supuesto, la billetera en diversas acepciones. De esta manera se lograron los votos de parte de la oposición ligth que –vale la pena mencionarlo- rogaba que le dieran argumentos para “facilitar” al oficialismo la gobernabilidad. Fue así como los mismos diputados antes calificados por el Presidente como “ratas”, se transformaron casi mágicamente en “patriotas”. Maravillas de estos tiempos políticos.
Falta, sin embargo, una segunda e importante batalla en el Senado donde el oficialismo pretende utilizar métodos similares aunque reforzados por la presión sobre los gobernadores que penan con sus arcas exhaustas para que Milei y Luis “Toto” Caputo puedan coronar su propósito de déficit cero.
Aunque no lo admita, Milei cambia su estrategia y comienza a transitar el juego de la política con todas sus negociaciones, sus más y sus menos. Pero si en ese plano hace concesiones, el Presidente sigue ocupando el centro del ring y mantiene la iniciativa: impone lo temas de agenda en torno a los cuales giran todos los otros actores políticos. Eso no ha cambiado.
La oposición -presionada desde abajo- actúa por la emergencia de burbujeos que afloran desde corrientes más o menos subterráneas pero que aún no responden a un proyecto. Burbujas que son síntomas de malestares existentes (y probablemente crecientes) pero que cuando asoman en la superficie no logran adherir a un proyecto, a una propuesta que aglutine y les de coherencia, así ésta sea apenas incipiente. No existe tal cosa.
Todas las demandas, protestas y movilizaciones tienen validez aunque lo sea cada una de ellas por sí misma. La calle viene siendo testigo de ello y lo seguirá siendo. El paro nacional de esta semana se avizora contundente. Pero mientras los reclamos no puedan incorporarse en proyectos alternativos no lograrán consolidar una oferta política diferente. La calle expresa, manifiesta malestar, y tímidamente alumbra otras opciones pero, por si sola, no logrará nunca consolidar una idea diferente. Se necesitan espacios de articulación del sentido de los cambios propuestos y organizaciones que lo sostengan.
El oficialismo sigue operando sobre la bronca por el pasado y el simbolismo de la esperanza como antídoto de frustraciones que permanecen incrustadas en el sentir ciudadano. Mientras así procede Milei para contrarrestar los daños que su política produce en la calidad de vida ciudadana, desde la acera contraria hay que desarrollar respuestas concretas y operativas, demostrables: ¿qué modelo productivo? ¿qué propuesta de desarrollo? ¿cómo pasar de un modelo basado en el consumo a uno apoyado en la producción y en la distribución equitativa de los bienes en nuevos modelos productivos y formas de empleo? ¿dónde están los científicos, los equipos técnicos y la ingeniera política para hacerlo y construir poder al mismo tiempo? ¿qué empresarios están dispuestos a participar? ¿cómo plasmar todo eso en un proyecto político creíble? Encarando también temas que han sido tabú para el progresismo: ¿qué reformas requiere la educación? ¿cómo encarar una política de seguridad ciudadana? Estas y muchas otras preguntas tienen que tener respuestas concretas, porque de lo contrario todo seguirá siendo etéreo, casi una ficción incapaz de captar sentidos transformadores. Se está a tiempo, pero el tiempo no es mucho.
Mientras tanto el gobierno elige el camino del engaño y la mentira… que aunque tenga patas cortas todavía le funciona. “La inflación disminuye” afirma para decir que los precios no aumentan tanto como antes y el Presidente miente diciendo que “los salarios le ganan a la inflación”. Probablemente el relato se resquebraje cuando la caída vertiginosa del empleo (formal e informal) termine por impactar de manera más definitiva que la misma inflación porque ya no será que el dinero no alcanza, sino que estaremos hablando de que definitivamente no habrá plata en los bolsillos.
Como parte integral de la misma estrategia económico-política, el oficialismo decidió dejar a la deriva la gestión del Estado. Es coherente con la afirmación del Presidente señalando que el “Estado es una organización criminal” y, en consecuencia, podrán calificarse también de “patrióticas” todas las acciones tendientes a eliminarlo.
Aproximadamente la mitad de los puestos de dirección en el Estado nacional están sin cubrir. Según las últimas informaciones 29 personas que fueron en su momento designadas por LLA renunciaron a sus cargos. Entre los caídos se cuenta algún ministro y secretarios de Estado. Pero, por defecto, hay otras y otros que funcionan “como si…”. Es decir: hacen las veces de asesores e incluso ejercen cargos ejecutivos sin haber sido nunca designados. Y dado que sin nombramiento no pueden cobrar salarios, en algunos casos se los “compensó” con un nombramiento tardío cuya publicación en el boletín oficial fue el mismo día en que figura la aceptación de su renuncia. Ocurrió con Héctor Sergio Falzone, exsubsecretario de Energía Eléctrica entre el 8 de enero y el 20 de marzo. Enrique Rodríguez Chiantore, exsuperintendente de Servicios de Salud, se enteró que ya no estaba en el cargo por mensajes de WhatsApp de sus compañeros que le expresaban solidaridad después de haber leído de su destitución en el Boletín Oficial.
No son distintos los métodos que sufren muchos trabajadores del Estado a quienes se acusa de “ñoquis” sin ni siquiera haber revisado sus legajos y auditar funciones. Hay quienes quedan sin tareas lisa y llanamente porque lo que se elimina son las políticas públicas en las que venían trabajando. ¿Para qué los empleados de un Estado que día a día pierde funciones? Sin políticas públicas no son necesarios quienes las ponen en práctica. Así de sencillo, trágico y a la vez perverso.
Sería equivocado pensar que Milei y los suyos improvisan. Más bien habría que concluir que hasta aquello que desde otra mirada puede ser visto como torpeza e inexperiencia de gestión, es parte de una estrategia de demolición de las bases de la sociedad que conocemos y que ahora intenta abrirse camino de legitimación mediante procesos cooptación política para conformar un bloque consolidado de derecha matizada por pinceladas centristas. La eventual aprobación de la “Ley bases…” y el no rechazo del DNU 70/2023 abonan ese camino.
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