La Libertad Avanza y la violación como costumbre | Apuntes sobre las fijaciones sexuales de los libertarios
Habrá querido mostrar perspicacia, pero para ser un villano que se roba un protagónico hay que tener con qué. Francisco Paoltroni no es el caso. Sobre todo, porque no quedó claro qué es lo que habrá querido decir el senador libertario durante la reunión de la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo. Lo único que se entendió es que recurrió a una metáfora de larga data que equipara triunfo electoral con abuso.
“Esto me hace acordar a un viejo cuento de hadas de la infancia. El de la Bella Durmiente. Resulta que viene una bruja a una casa y los deja a todos durmiendo, pero bueno, gracias a Dios el 19 de noviembre vino el príncipe, les hizo el amor y los despertó a todos”.
Por su forma confusa y por su contenido bestial, la analogía elegida por este productor agropecuario formoseño no llama la atención. En parte porque el que la enuncia está en tema: está acusado de encubrir un abuso sexual. Durante la campaña, el año pasado, una joven fiscal de La Libertad Avanza denunció al entonces candidato a diputado de ese espacio, Gerardo González, por abuso sexual y se refirió también al rol que jugó Paoltroni, quien se habría burlado cuando se enteró del asunto y la habría amenazado para que no continuara denunciándolo.
En agosto del año pasado Leyla Naser dejó asentado su testimonio en la subcomisaría del barrio Guadalupe, en Formosa capital, lo que derivó en una causa abierta contra González en el Juzgado de Instrucción y Correccional N° 4 de esa provincia.
Luego, en un descargo por redes sociales, la militante relató además “la desagradable” actitud que tuvo con ella el ahora senador, Paoltroni, quien -asegura la joven- trató de convencerla para que no hablara sobre lo ocurrido. “Se reían de mí, como diciendo, ‘y bueno, esto siempre pasa’”, afirmó Naser
Y por más que el recién eyectado Oscar Zago, a dos sillas de distancia en el video que registró el episodio, se agarrara la cabeza en algo que podría ser mueca de vergüenza ajena, lo de Paoltroni no es ni una excepción, ni una anomalía. Sobran voces libertarias razonando en esa línea: desde el YouTuber Ramiro Marra cuando proponía fuera de broma menos Educación Sexual Integral y más porno hasta Lilia Lemoine, la diputada que fantasea con presentar un proyecto para que los varones puedan renunciar a la paternidad, luciéndose un ¿sketch? de alto voltaje misógino y en el que se la ve con un joystick en la boca, mientras un hombre le dice qué hacer a punta de pistola.
El mismo Javier Milei, en plena campaña, a mediados de octubre del año pasado, al ser consultado sobre la coparticipación, la comparó con la violación de mujeres.
“Suponga que usted tiene una, digamos, o sea, usted tiene una hija y de repente hay alguien que tiene una adicción a tener violación a mujeres, o sea, y su hija es víctima, entonces, ¿qué va a decir?”.
Sábanas, burradas y pedófilos
Otra de las más difundidas reflexiones de este estilo fue la comparación del Estado con un pedófilo en un jardín de infantes: “Nuestro verdadero enemigo es el Estado. El Estado es el pedófilo en el jardín de infantes, con los nenes encadenados y bañados en vaselina”. Ya como presidente, en el comienzo del año lectivo brindó extrañas fábulas sobre burros (el animal que “gana por insistencia y no “por lo otro”) a los alumnos del Colegio Copello, entre burlas acerca del desmayo de un adolescente y sus usuales críticas al comunismo modelo años 80.
También, el episodio de “Las sábanas de la señorita”, en una entrevista que dio a los gritos abrumado por las voces que escuchaba en el plató de televisión, a finales de octubre de 2023. “¡Ey! Lo que quiero decir es, así como hay un salame o tres salame (sic) opinando desde una computadora, ¿sabes qué? Mientras que esos miran a la señorita por Internet, yo estoy en el medio de sus sábanas”.
Recurrir a una metáfora sobre la violación de mujeres, niños o legisladores, ya sea para usarla para explicar un problema de macroeconomía o para legitimarla como gesto de victoria sobre el adversario, no es un desbande. Es un sello, una marca de estilo. Una fijación que los enorgullece, que quieren mostrar ante un pueblo que, hay que decirlo (y esto es el verdadero dolor país), en cierta medida votó a LLA no solamente a pesar de eso…
Entre la batería de motivos que ayudan a explicar cómo es que hoy la ultraderecha en versión gore gobierna la Argentina, hay que citar la ola de reacción ante el protagonismo que fueron ganando los feminismos, por lo menos desde el 2015. A ese movimiento neoconservador lo fueron engrosando quienes se sentían y se sienten despojados de su posición dominante ante cualquier avance de derechos de grupos sociales que históricamente han esado en inferioridad de condiciones.
El libertarismo pudo ofrecerle a esa porción de la población una vocería, una opción “sin mordaza”. Una corriente de revancha para restaurar un orden en peligro que conquistó a quienes se sintieron víctimas del avance de derechos de otros grupos.
Un referente como Milei con su perfil de presunto outsider con el coraje como para no cuidar sus modales. Un roto, un Joker, que no pide permiso, cuyo encanto reside en un resentimiento que lo habilitaría decir lo que piensa, destripando los límites de la corrección política.
Parte de ese estilo y de esa batalla cultural contra lo que llaman “ideología de género” se lleva adelante, por ejemplo, a fuerza de metáforas que conectan permanentemente sexualidad con violencia. Las usan porque las disfrutan, las comparten y además las consideran parte de una pedagogía contra el corsé de lo que el progresismo “no les dejaba” decir, y que, paradójicamente, nunca pararon de decir, sólo que desde tarimas no tan institucionales como ahora.
Hablarles en su idioma
La recomendación (de mínima) de “buen gusto” de no bromear con violar al adversario es desde esta mirada una imposición estatal. Cualquier señalamiento sobre eso es un ataque a la libertad de expresión.
El cuerpo ultrajado como botín de guerra, como foco de la venganza o deuda por cobrar, es una de las referencias que manejan los referentes y el núcleo duro -y más allá- de LLA. Hasta acá ninguna sorpresa.
Alcanza con un paneo de esta semana (con pacientes oncológicos que mueren porque dejaron de recibir medicamentos, jubilados que cenan mate cocido pero “llenos de esperanza”, nuevos desempleados y comedores que en el mejor de los casos sobreviven por solidaridad de los vecinos) para responderle a Paoltroni que sí, que tiene razón.
Es el lenguaje que entienden. Así que, sí: Milei, a quien el senador formoseño comparó con un príncipe de cuento que “les hizo el amor a todos”, es el perpetrador de un sufrimiento y de un deterioro social que avanza a un ritmo que hace mucho no se veía en Argentina. Viene demostrando alta matrícula en lo que se refiere al abuso del pueblo, incluida su propia base electoral (¿Estará ese sector de la población repitiendo la frase patentada por Cacho Castaña sobre qué hacer en caso de ultraje inevitable?). Un especialista en la violación de derechos básicos.
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