La sanjuanina y la chilena que se conocieron por carta 60 años atrás y se volvieron amigas inseparables

La sanjuanina y la chilena que se conocieron por carta 60 años atrás y se volvieron amigas inseparables

La historia de las protagonistas tiene ribetes de película, pero no por la espectacularidad de los hechos, sino por las causalidades del destino y porque, al fin y al cabo, el mensaje que propone merece la pena ser recibido. Es que trata de cómo una sanjuanina y una chilena se conocieron 60 años atrás por carta y su vínculo, aún hoy, permanece intacto a pesar de que sólo se hayan visto tres veces en persona.

Todo comenzó en 1963, cuando Marina Reinoso de Díaz apenas tenía 17 años y desde su Concepción natal sintonizaba la radio. Escuchaba un programa de Chile, algo habitual en la época, y su conductor invitó a su público, que en general eran jóvenes por la música que la señal emitía, a conocerse por correspondencia. Fue por eso que aquella jovencita tomó nota de las direcciones que los trasandinos compartieron en Radio Cooperativa y eligió una de ellas para enviar la carta e iniciar la amistad.

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La mujer que todavía recuerda el nombre del conductor del programa radial, Julio Gutiérrez, cuenta que anotó todas las direcciones y realizó un sorteo para quedarse con una e iniciar la aventura de conocerse. Sin embargo, por cosas de la vida, el papel con el domicilio ganador del sorteo que hizo con el listado de direcciones se extravió y se vio obligada a hacer una nueva elección. Ahora sí, quien resultara sorteada sería Sonia Retamal de Hübner.

“Me animé y le escribí a esa niña de Santiago y a los días me llegó su carta como respuesta. Me decía que estaba muy contenta porque le había llegado el día de su cumpleaños de 18, el 12 de junio, con la sorpresa para mí también porque es el mismo día que cumplo años”, aseguró la sanjuanina que debió esperar cerca de dos semanas por saber si su presentación había arribado al lugar indicado.

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Extraño resulta para las nuevas generaciones comprender todo lo que había que aguardar para tener una respuesta. Lo cierto es que para esas alturas, las correspondencia era el único medio de comunicación que existía entre los mortales de a pie. No obstante, Marina y Sonia aprovecharon al máximo la posibilidad y mediante sus manuscritos se fueron conociendo. “A ella le gustaba mucho escribir y, al principio, lo hacíamos seguidito. Nos contábamos todo. Hasta que se casó y fue menor, pero igual lo seguimos haciendo”, comentó.

Tan importante había sido el vínculo que forjaron, que unos tres o cuatro años más tarde le vio la cara por primera vez cuando la chilena, que había tenido sus primeros hijos, se presentó de sorpresa en la puerta de su casa. “Casi me muero, yo estaba horrible, con ruleros, ni preparada estaba para recibirla, pero fue una alegría enorme”, confesó Marina, que para la ocasión ya se hallaba casada.

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En esa oportunidad, por más especial, no sólo ellas compartieron sino que también sus maridos, los que afortunadamente se llevaron igual de bien que sus esposas. Quizás, a partir de ese momento, dejaron de ser amigas para convertirse en familia.

Para los próximos años, el intercambio de cartas continuó hasta que quien cruzó la Cordillera de Los Andes fue la mujer que reside en Capital. Fue para asistir al bautismo de la quinta hija de Sonia, quien la había elegido como madrina. Una vez más, los momentos compartidos hicieron más fuerte la amistad entre las protagonistas. El encuentro fue en Quilpué, ciudad donde se había mudado para formar su familia.

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El paso de los años y los avances de la comunicación en el mundo hicieron que las amigas dejen de lado el papel, en el que contaban sus vivencias y expresaban sus más profundas emociones, para que el teléfono fijo ocupe un rol clave en su relación. Así fue que el vínculo se mantuvo firme y se alimentó con un nuevo viaje de los sanjuaninos a tierra chilena. Ocurrió en los años 80 y esa fue la tercera y última vez que se vieron en persona.

Por razones de la vida, las mujeres que se dedicaron a criar a sus hijos no pudieron reunirse otra vez y hasta hoy está pendiente el hecho. No obstante, el contacto nunca se perdió; por el contrario, está más vigente que nunca. Es que las amigas trasandinas mutaron al celular, al WhatsApp y, ahora, su nuevo descubrimiento: la videollamada. A través del gran soporte tecnológico, pudieron verse las caras nuevamente.

“Hemos envejecido”, reconoció entre risas quien admitió que conocer a su amiga fue una de las cosas más lindas que le pasó en la vida. “Nos hemos contado de todo, acompañado en momentos difíciles, como cuando ella sufrió cáncer y lo venció. Fueron muchas cosas feas, pero también lindas que compartimos”, relató la misma que está convencida que establecer hoy un tipo de conexión así sería imposible. “El mundo ha cambiado, hay más maldad, no creo que se pueda”, sentenció.

La sanjuanina que dice que su amiga le sacó ventaja porque a sus 79 años ya tiene tres bisnietos y ella ninguno valoró su amistad y para culminar su historia expresó: “La amistad es saber escuchar a la persona, comprenderla y acompañarla en los momentos difíciles aunque se esté lejos como nosotras. Estar ahí para ella es lo más importante”.

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