Sin botón antipánico, sin ventanas y con sus hermanos que la cuidan por turno: así vive Verónica, la sanjuanina que sobrevivió a la brutal paliza de su pareja
Un pedazo de chapa tapa la ventana de su habitación. La puerta principal de madera, la que compró con su esfuerzo y horas bajo el sol, en alguna que otra cosecha, está rota; en ella golpeó su cabeza después de caer desvanecida producto de los golpes que recibió de su entonces pareja, Daniel Chavero. Ella está sentada en el comedor, con una mano sosteniendo un rostro lleno de marcas. Se quiebra, llora y se pregunta: “¿Por qué me hizo esto? ¿Por qué tanta violencia? ¿por qué me quiso matar? Verónica Chávez (28) no encuentra explicación alguna a la situación que está atravesando. Tiene miedo por ella y por sus tres hijos. El hombre que casi la mata de una paliza sigue libre y ella, refugiada, en la humilde casita que construyó entre las vías del tren, donde se siente totalmente desprotegida.
Ya han pasado cuatro días de aquella mañana de terror que vivió entre las paredes de su hogar, pero sigue conservando la misma mirada de aquel día. Está angustiada y sobre todo, preocupada. El tipo que la golpeó con saña después de un ataque de celos está libre, a un par de kilómetros. Ella no tiene botón antipánico y su única protección, porque su casa tampoco tiene la seguridad necesaria, es la compañía de sus hermanos, quienes se van turnando todas las noches para no dejarla sola (Chavero fue liberado después de ser condenado con prisión condicional).
“Esto es duro, es muy duro y yo creo que cada día va a ser más difícil. Pero estoy tratando de estar bien delante de mis hijos para que no les afecte, porque si me ven, se ponen mal y me preguntan. Esta situación me está costando mucho, pero yo sé que es cuestión de tiempo, yo sé que va a pasar en algún momento. Sigo pensando por qué por qué me hizo esto, no puede haberme pegado tanto. Lo peor de todo es que está suelto. ¿A qué punto tendría que haber llegado para que esté detenido? ¿Tendría que haberme matado a golpes? No va a pagar lo que me ha hecho. Él me pegó y listo, así es la ley”, dice entre lágrimas la víctima.
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Verónica vuelve a recordar el calvario que vivió el último domingo, después de que fue a bailar junto a su pareja, el agresor, y su hermana, quien estaba acompañada de su novio. Cuenta que el sujeto hasta ese día nunca le había levantado la mano, pero tenía unos celos obsesivos que hacían de su día a día una pesadilla. Esa mañana pasó lo de siempre, la celó con su cuñado y, después de una discusión, le empezó a pegar golpes de puño, para luego golpearla con una sartén: “Cuando mi hija va a pedir ayuda, él aprovecha y me empieza a pegar. Yo perdí la conciencia, era una piña detrás de otra. Yo no recuerdo porque me desmayé, es como que me atonta con tantos golpes. No pude defenderme porque estaba perdida, inconsciente, por eso él también me pega con facilidad. Yo no puedo defenderme. Por eso creo que estoy viva, porque me desmayo y él cree que yo estoy muerta. Si yo me hubiese defendido, él me hubiese seguido golpeando hasta matarme”.
Tras el pedido de ayuda de su hija, quien corre a la casa de sus abuelos para dar aviso, el agresor escapó del lugar. Su familia la rescató del infierno y llevó de urgencias al hospital, donde los médicos no podían creer cómo había quedado después de la golpiza. Producto de los hematomas es que debe ir todos los días a kinesio. No puede trabajar -siempre se la rebuscó con changas, gracias a la venta de tortitas es que pudo levantar su casa-, pero está esperanzada en hacerlo pronto. “Mi familia me está ayudando mucho. Mis hermanos se quedan conmigo todas las noches, me están acompañando un montón. Tengo mucha gente que me apoya, aunque hay otros que critican y dicen cosas sin sentido.”, dice la joven.
Si una no está muerta, no hay justicia. Si una no está muerta, no hay justicia.
Aunque su familia está al pie del cañón, igual se siente desprotegida. Vive en el fondo de la casa de su mamá, en medio de un enorme baldío, detrás de las vías del tren, y se siente aislada de todo. No hay señal telefónica, aunque tiene su celular para llamar al 911. Vive en La Chimbera, a 16 kilómetros del puesto policial que está en Santa Rosa: “Mis hermanos no me van a acompañar siempre, en algún momento voy a tener que quedar sola. Tengo miedo. Estando en la casa siento que estoy asustada. La primera noche fue difícil porque lo veía a él parado”.
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Reconstruir una vida, reconstruir los sueños
Sobreviviente. Para Verónica lo que le pasó es un volver a empezar, nacer de nuevo. Sabe que pudo haber sido una víctima más de femicidio. Aunque le cuesta mirarse al espejo, piensa en sus hijos; para ella, su única salvación. “Por ellos trato de pensar en positivo. Quiero estudiar una carrera, tengo la primaria y secundaria completa; ese es mi sueño. Quiero salir adelante, pensar en mis proyectos y sueños. Crecer, por mí y por mis hijos. Yo todo lo que he logrado, lo he hecho sola, trabajando. A mis hijos nunca les hice faltar nada. No nos sobra, pero siempre trabajo para que no les falte nada. Y eso les enseño a ellos, que yo sola pude. Por eso quiero profesionalizarme y dejarles algo”, expresa.
Mirá la entrevista completa (testimonio autorizado por la víctima)
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