Sobrevivientes: chicos sanjuaninos que son ejemplo de lucha para los grandes
Valentino y la fuerza de su corazón
Valentino Grossi llegó al mundo en medio de la tranquilidad de su familia. Sin embargo, tres días más tarde, en el control pediátrico, el sonido de su corazón encendió una alarma que puso todo patas para arriba. El mundo lo esperaba con un enorme desafío: superar una cardiopatía congénita. Para salir adelante, pasó por tres grandes operaciones, cateterismos, angioplastias, realiza viajes constantes a Buenos Aires y debe mantener recaudos permanentemente. Sin embargo, no deja que eso interfiera en su normalidad más de lo necesario, aprendió a cuidarse, a detectar las señales de su cuerpo, a no frustrarse y a avanzar, más allá de las intervenciones médicas y los aparatos que, cada tanto, han invadido su vida.
Hoy tiene 9 años, es fanático de Boca, ama jugar al fútbol, es súper compinche de Santi (su hermano mayor), y disfruta mucho de estar en su casa, en Santa Lucía.
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Tenía sólo 23 días de vida, cuando afrontó su batalla más dura. “Teresita Herrera, la cardióloga que nos vio acá, nos dijo: ‘Tiene una cardiopatía grave. Y lo tienen que operar lo antes posible, si no, se va a morir. Fue la cirugía más complicada. Pasamos cuatro meses en Buenos Aires”, cuenta ahora Celina Cortez, su mamá, con una valentía admirable que claramente supo trasladar a su pequeño. Valentino pesaba entonces 3 kilos y el impacto de la cirugía en su corazón fue fuerte: le dejaron de funcionar los riñones, tuvo problemas en los intestinos, sufrió un paro cardíaco. “La pasó de perinola”, admite la mujer.
Sin embargo, más allá de los pronósticos que por momentos no fueron alentadores, salió adelante. Y con tanta fuerza que, de la segunda operación, que vivió cuando tenía 9 meses, alió de la mejor manera. En ese momento, su caso recorrió el país. Necesitaba con urgencia una prótesis que venía de afuera del país, pero por problemas con las importaciones, quedó varada en la Aduana.
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“Necesita ser operado con urgencia y no conocíamos nadie que nos ayudara. Se me ocurrió hacer una publicación en Facebook. Me empezaron a llamar de todos los medios y, de algún modo, su caso se hizo, como decimos hoy, viral. Artistas salieron a retwittear las publicaciones y a pedir por él. Finalmente, la prótesis llegó a tiempo”, recuerda Celina sobre el episodio en el que intervinieron actores como Carla Perterson, Julieta Díaz y Flavio Mendoza.
A partir de ahí, la vida de Valentino dio un vuelco y, más allá de los controles cotidianos, llegó la tranquilidad. La familia recibió a Vitorino, el tercero de los hermanos, y Valen creció siendo un niño alegre, extrovertido, que se lleva muy bien con sus compañeros y cuya materia preferida es Educación Física. Se hizo fanático del fútbol y, principalmente, del arquero de la Selección, el “Dibu” Martínez, por lo que se puso los guantes para jugar en el Club Rufrano.
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“Él es un luchador. Es raro, porque es un niño que se autogestiona. Expresa todo lo que siente de una manera tan concreta, que nos permite saber que algo está pasando antes de que la situación sea una urgencia. Además, se cuida mucho. Vive con su enfermedad llevando una vida que es lo más parecida a la de cualquier niño”, resalta su mamá.
Fue justamente hace 2 años que él empezó a notar que algo no andaba bien. Pidió ayuda. Lo llevaron a Buenos Aires y los viajes de control que normalmente hace con su papá y que realizaban cada un año, se acortaron a 6 meses. El 8 de abril pasado tuvo que ser intervenido otra vez. No sin antes recibir una enorme sorpresa: un saludo del campeón del mundo, Ángel Di María.
“Hola, Valentino. Quería mandarte un beso muy grande, aprovechar para mandarte muchísima fuerza. Sé que estuviste pasando por momentos duros de operaciones y seguís metiendolé, seguís adelante. Sé que también soñás mucho con seguir jugando al fútbol así que, te deseo lo mejor. No bajés los brazos. Cuidate mucho”, le dice “el Fideo” en el video. “Se emocionó mucho en ese momento”, sostiene Celina sobre la reacción de Valen que, así, volvió a sumar fuerzas. Otra vez, la operación fue larga, pero todo salió bien. “En teoría fue la última, pero todo depende de su evolución, de su crecimiento”, cuenta su mamá.
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Aunque sabe que le quedan muchos viajes a Buenos Aires que ya lo aburrieron, porque sueña con viajar a otros lugares, Valen sigue centrándose en lo positivo. “Me cansa. Pero cuando vamos, mi papá me lleva a comer pollo frito. Es el premio”, confiesa. Y su mamá agrega: “Tiene todo re incorporado. Todo esto es parte de su vida y lo sobrelleva como nadie. Él es el que nos da tranquilidad. Nos sorprende cada día”.
El sanjuanino de 575 gramos que desafió a la ciencia
Tiene 5 años, lo caracteriza su sonrisa y no para un segundo. A Benjamín Granados, su mamá Mayra lo llama “El Flaco” del modo más cariñoso en que puede pronunciar el apodo. En Caucete, todos los vecinos del barrio Huarpe conocen su historia y lo saludan cuando pasa corriendo por la vereda. Mientras, Mayra lo mira desde la ventana y no lo puede creer.
El niño nació con 28 semanas de gestación y pensando solamente 575 gramos. Mientras estaba internado, los médicos le dieron los peores diagnósticos a su mamá, que tuvo que contar en gran cantidad de oportunidades las “72 horas clave” que el pequeñito debía pasar para sobrevivir.
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Hoy, ella dice que la clave fueron el profesionalismo de los médicos que asistieron a su hijo en Neonatología del Sanatorio Argentino y las constantes cadenas de oración que unieron a gran cantidad de personas. Y hace hincapié, sobre todo, en la lucha constante de su bebé, quien decidió aferrarse al mundo con todas sus fuerzas.
“Durante el embrazo, yo tenía placenta previa. Me controlaban constantemente y notaron que había dejado de pasarle alimentos a Benja. Por eso, decidieron hacerme la cesárea de inmediato y él pesaba tan poquito. Los partes eran muy críticos. Escuché tantas veces la frase, ‘no va a pasar de 72 horas’”, cuenta la mujer sin poder creer todo lo pasó.
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Benja estuvo 4 meses en incubadora, pasó por 9 trasfusiones de sangre y 3 de plaquetas. Después, soportó 2 operaciones, una de hernias inguinales y otra de la vista. “Ahora usa lentes, es muy miope, pero eso no es nada para todo lo que ha pasado”, dice a modo de anécdota la emocionada mamá.
Mientras su pequeño, amante del baile y el canto, se mueve alrededor de ella, Mayra recuerda que “todo fue muy difícil. Yo creo ayudó mucho la oración. Cada vez que él entraba en estado crítico, se armaban las cadenas y, milagrosamente, reflotaba. Siempre me refugiaba en eso”.
Justo en ese momento, ella se quedó sin trabajo y también cree que eso la salvó. “Benja nació justo antes de la pandemia y, al no tener trabajo, me podía quedar con él todo el día, tocándolo, hablándole, acompañándolo. Conocí muchas cosas de Neo. Tanto, que Benja recibió el alta, pero tenía que seguir con oxígeno y no tuve que tener una enfermera en casa, porque había aprendido a atenderlo y me permitieron que lo cuidara sola. Un mes después, pudo respirar por sí mismo y ahí supe que había salido adelante”, relata la sanjuanina.
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Sin embargo, empezó otro camino y los pronósticos otra vez se oscurecieron. Los médicos le decían que probablemente su hijo no iba a caminar, que no iba a hablar y que existían altas posibilidades de que haya sufrido daño neurológico. “No sucedió nada de eso. Apenas le sacaron el oxígeno, empezamos con la terapia de estimulación y todo salió bien”, confía.
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Alumno de Sala de 4, donde aprende todos los días algo nuevo, hoy Benja pasa el día jugando con su hermano Maxi, quien tiene 12 años. “Se adoran, son el uno para el otro”, dice Mayra. Y relata: “Benja va siempre un poquito más lento, pero le pone muchas ganas para salir adelante. Hoy sigue un tratamiento porque sufre desnutrición debido a que su estómago es lo último que va terminando de desarrollarse y toma hormona de crecimiento. Pero todo eso no es nada, gracias a que la luchó siempre. Él es un hermoso milagro”.
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